Capítulo 9

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El callar duele más que el hablar.

—No vuelvas más, Santiago —pidió Celia sin atreverse a mirarlo a los ojos.

Santiago la observó por unos segundos y se marchó, destruido y decepcionado. Ahora sí podía entender lo que sintió Celia cuando él le había cortado. Al montarse en su auto golpeó el volante varias veces con fuerza.

—¿Porqué? Dios mío que hago, esto es todo, esperaré lo que sea pero ¿cómo puedo esperar sin esperanza? guía me, yo sé que tu nos quieres juntos ya me diste una señal porque rendirme, cada quien paga por sus hechos.

Limpió sus lágrimas y condujo sollozando, le dolía mucho las frías palabras de Celia pero quería tener fé y un poco de esperanza. Recordó las palabras de su hermana dándose ánimo a si mismo.

Si tardó un mes para aceptar ser tu novia que será de perdonarte, además sabes que ella es alguien paciente con calma, lo malo es que no me quieres decir el porqué o qué le hiciste.

—Creo que ya no importa cuanto la amo.

~

Marcharse era lo que quería hacer con desesperación pero ese niño no paraba de llorar y gritar.

—¡Mamá!¡regresa!

Con toda la paciencia y calma se agachó frente a él. — Cariño, debemos irnos no hay tiempo.

—Pero yo quiero ir con papá, ¡eres mala!mala mamá te odio.

Miró a su hijo mientras negaba con la cabeza y se enderezaba. —Tú padre no está, ¡él no está!supera lo tal como lo hice sólo somos tú y yo.

Tomó bruscamente a su hijo de la muñeca para llevárselo pero él niño se le escabulló.

—¡Sebastian!¡sebastian vuelve aquí!— gritó buscándolo. Llegó al final del pasillo y lo vió pero estaba acompañado, tenía su mano entrelazada con la de alguien más. Alzó la mirada y observó las facciones del hombre de ojos negros.

—Vamos papá.

—Santiago —las palabras  hicieron eco en toda la casa resonando en su oreja.

Apretó sus manos bajo las sábanas. —¡Santiago!— despertó de golpe y observó alrededor. Su pesadilla era clara como él agua por ende sabía perfectamente lo que se le pedía por ende se echó a llorar.

—Lo siento —sollozó. Hoy tenía su primer día de trabajo en el restaurante del padre de Sarah, ya le habían dado vacaciones por ende podía trabajar sin problemas. Sin quejarse se metió a la ducha y en diez minutos ya estaba lista.

Al llegar al restaurante rápidamente se puso a trabajar esperando la aparición de su amiga.

—Aquí estás —Celia saludó a Sarah con un abrazo y un beso.

—Tan rápido me extrañaste —bromeó la morena.

—Necesito hablar con tú padre, tuve una pesadilla, sé él significado o eso creo pero es importante —explicó.

—Cuidado en soltar la lengua, además mi padre puede saberlo todo con sólo tus palabras recuerda que es muy sabio aunque sea viejo —aclaró Sarah.

—Algún día lo sabrá sólo espero que no sea ahora — Celia tragó grueso.

—A mí se me hace que lo presiente pero no le des ninguna razón para que esté seguro —advirtió Sarah.

—Ok, te encargo no son muchos platos —dijo Celia para irse.

—Descuida. 

Celia caminó hacia la oficina, tocó dos veces hasta que escuchó un adelante y entró.

Un pecado que pagar  ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora