Capítulo 37

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Los fríos dedos de Santiago rozaban los suyos mientras mantenían una conversación animada con los señores.

A pesar de que lo había rechazado no se sentía tan mal, todo no era tan malo y las cosas iban bien.

—Creo que es hora de que entres, cariño —comentó la abuela de Santiago. —. No te preocupes, nosotros también entraremos.

Santiago miró a Celia buscando su afirmación, ella asintió y con su ayuda se paró del sillón. Dentro de unos meses su vientre no la dejaría ver sus pies, y temía seguir tan incómoda.

Los abuelos de Santiago se marcharon inmediatamente que entraron al mes de enero, Celia empezó a tener constantes pesadillas luego de la amenaza de la madre de Santiago pero aún no le había dicho ni le diría a Santiago.

—¿No crees que deberías decírselo?

—Santiago no me va a creer —exclamó parándose de la cama. —. No es por desconfianza porque ni siquiera hemos formado eso de nuevo, es porque él ama a su madre a pesar de todo y bueno...

—¿Y si hablo con él?—Propuso Leah acercándose a ella.

—Santiago no sabrá nada de lo que pasó, deja que lo descubra solo —dijo Celia, con firmeza.

—¿Qué es lo que tengo que descubrir?—Santiago se hizo presente en la habitación, congelada a ambas chicas.

Celia no tuvo el valor de voltear a verlo a los ojos, no le mentiría pero tampoco era capaz de decirle la verdad.

—No es nada, cosas de chicas —Leah se esfumó de la habitación, alejándose de la tensión del momento.

Celia regresó hacia la cama y se sentó con la cabeza gacha, viendo sólo los zapatos del hombre que tenía en frente.

—¿No me vas a decir?

Levantó la cabeza y lo miró a los ojos.

—No vale la pena.

Santiago caminó hacia la cama y se sentó junto a ella. Tomó las manos de ella, y la miró a los ojos.

—Sé que recién estamos construyendo lo que ambos rompimos, pero quiero que empecemos por la confianza, no quiero que me ocultes cosas, mucho menos si se trata del embarazo —Pidió.

—No te preocupes, no tiene nada que ver —Celia le sonrió.

Santiago quiso protestar pero decidió no hacerlo, simplemente asintió con la cabeza.

—¿Cómo te fue?—Celia cambió el tema de la conversación.

—Bien, un doctor siempre está cansado —Celia rió por su comentario. —. Bajamos a cenar o prefieres hacerlo aquí con las últimas semanas.

—Bajemos —Asintió Celia convencida, en algún momento todo tendría que acabar.

Celia bajó de primera, Santiago se fue a cambiar, luego pasó a la habitación de su madre.

—Mamá —Exclamó.

—No está aquí —Una Leah sorprendida salió de la habitación.

—¿Y tú que buscabas ahí?

—Buscaba algo para tomar prestado —contestó nerviosa.

—Vamos a cenar —ordenó Santiago, haciendo una seña con su cabeza.

La cena fue con poca tensión, no hubieron comentarios indebidos, ni nada por estilo. Inmediatamente que la cena concluyó, Leah entró con su madre a la recámara de ella.

Un pecado que pagar  ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora