Capítulo 21

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Sentada sobre su cama tomó su libreta pensando en escribirle una carta a su bebé, sentía la necesidad de hacerlo, no podía simplemente fingir que todo estaba bien, prometió ser fuerte sí pero eso no cambiaba él hecho de sentirse derrotada.

Querido bebé, lamentablemente no puedo decirte que no sabes cuánto esperé por éste momento porque en realidad no es así. Las cosas no fueron planeadas pero aún así te quiero y querré aún más, más de lo que te imaginas. Ya no me avergüenzo de nada, ¿sabes porqué?porque Dios no quiere que me siga culpando ni pensando en mis errores, pecados sino que me entregue nuevamente a él y que tome él dominio de todo.

Las cosas entre tu padre y yo no van bien y solo Dios sabe cuanto lo amo, será por esa razón que permitió que la boda se arruinara. Hay bebé, fuiste inesperado pero te amo y cuidaré de ti con todo mi ser aunque antes haya dudado de si podría hacer las cosas bien pero me he dado cuenta de que todo es posible, quiero que sepas que si hoy en día sigues en mi vientre es porque Dios tiene un propósito para ti así como para cada ser.

La puerta se abrió de golpe y seguido Celia cerró la libreta dejando el lapicero y la libreta sobre la mesita de noche. Los ojos cafés de la chica cayeron en los ojos negros del hombre alto parado en la puerta quien la miraba con algo de indiferencia cuando solo quería abrazarla amarla y disfrutar de la venida de su bebé.

-Tu madre quiere que bajes a cenar -informó el hombre parado en la puerta.

-No tengo hambre - respondió Celia mirándolo a los ojos.

-Tú no pero puede que tu bebé sí -comentó Santiago desviando la mirada.

Celia quedó sorprendida al escuchar su tono y en la manera que se refirió hacia su bebé. -Nuestro bebé - corrigió Celia.

-Creí que el padre era Mike -dijo Santiago con sarcasmo.

-¿Vas a seguir con eso?- dijo Celia molesta. -, ¿ya no conseguiste lo que querías?, no comeré.

Celia se paró y se metió al baño dando por concluida la conversación. Se bañó y luego se vistió para dormir, ya había pasado algunas horas después de que llegaran por ende ya había caído la noche.

Vueltas y vueltas en la cama y no conciliaba el sueño, sentía un pequeño dolor incómodo bajo su vientre pero en ése momento para ella era lo de menos, se sentía extraña, como si se desconocía pero peor aún sentía que sus problemas la estaban afectando demasiado al punto de caer en depresión. Se paró y fue al baño donde al querer orinar notó una mancha roja en su ropa interior cosa que la dejó estupefacta pero sobre todo preocupada, no tenía ni idea de que pensar o que hacer, comentárselo a Santiago quien ni la quiere mirar a los ojos o hablar con su madre quien quería arrancarle la cabeza y abofetearla sin parar.

Con un horrible sabor a soledad decidió guardárselo aunque estuviera asustada, solo se trataba de hacerse creer que todo estaba bien cuando lo dudaba al 100%

A la mañana siguiente fue la última en despertar y le daba mucha pereza hacerlo peor aún de ver a su padre a la cara pero ya no podía seguir ocultándose.

Después de asearse bajó, la mesa ya estaba puesta y solo faltaba ella quien estaba de brazos cruzados mirando a las tres personas sobre la mesa que charlaban sin tensión ni incomodidad. No podía creer que sus padres se llevaran tan bien con Santiago cuando ella temía lo peor.

-Buenos días -saludó y se sentó al lado de Santiago con la cabeza gacha. Llevaba un abrigo negro algo largo y un pantalón verde con diseños amarillos hasta las rodillas, el pelo recogido en un alborotado moño, esa no era ella, había poco de la joven divertida y amante de la vida pero seguía de pie.

Un pecado que pagar  ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora