Capítulo 16

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La soledad no es tan mala cuando estás muy ocupado y acostumbrado a ello, pero Celia en su mundo de problemas no sabía que sentir, seguía recordando ése día como si fuera ayer tratando de editar la historia y no no haber cometido ese hecho pero eso sólo podía ser posible en su mente obviamente. Después de hacer las cosas es que nos arrepentimos y no podemos juzgar a nadie porque todos somos imperfectos llenos de defectos y miedos a enfrentar pero lo único que no está permitido es rendirse, pase lo que pase debemos seguir adelante.

No paraba de pasar su cell de una mano a otra esperando a aquel chico rubio nerviosa y desesperada. Estaba sentada en él café fijando su vista directamente en la puerta esperando que él apareciera por ella, llevaba un vestido blanco con magas hasta los codos, que le quedaba un poco más abajo de sus rodillas y unas zapatillas planas de color negro, su pelo recorrido en un pequeño moño alborotado.

Apenas vió el rostro del chico, esbozó una gran sonrisa no entendía esa extraña sensación de paz y tranquilidad que sentía con él, aún cuando estaba con Santiago se sentía así con él era una conexión que tenía desde que eran amigos. Tan pronto él llegó hacia ella se paró y lo abrazó fuertemente, tenía unas ganas inmensas de llorar pero trató de controlarse.

—Te extrañé —susurró entre cortada.

—No creí escucharlo sabiendo que tienes a Pablo —contradijo Mike alejándose de ella.

—Creo que el cariño no es fácil de esconder —suspiró cansada y se sentó.

El chico se sentó y meneó la cabeza mientras la escaneaba. —Yo también te extrañé —le sonrió.

Pasó ambas manos por su cabeza y luego dejó manos codos sobre la mesa mirándolo fijamente al chico que tenía en frente, quien vestía una camisa azul y unos jeans negros.

—¿Por qué te vez tan vacía?—el rubio tomó una mano de la chica y la acarició. —, no entiendo como cambiaste de repente.

—Yo no entiendo como mi vida cambió de repente — contradijo algo triste.

Suspiró y alejó su mano de la del chico y de tapó la cara. — No sé como decirte esto — confesó.

—¿Sigues confiando en mí?—preguntó el chico cambiando su semblante. Él no quería ser indiferente con ella, le tenía mucho cariño y por otra parte la amaba pero ella con esa relación que le agradaba poco le hacía tener ganas de alejarse.

—Le dije a mi madre que eras el padre —soltó Celia paralizando al rubio. Alejó sus manos de su rostro y lo miró, él seguía estupefacto.

Los ojos grises del chico estaban abiertos como plato y su expresión de sorpresa seguía igual. —¿Por qué?— preguntó.

—No pude — susurró Celia. —no pude decirle que era de él — sollozó. —, quería ser sincera pero le rompería más él corazón a mi madre y no tengo ganas de estar con él sólo por él bebé.

Mike suspiró, tomó aire y vaciló sin saber que decir. — Me sorprendes.

—Lo sé —Celia secó sus lágrimas, no pudo evitar llorar, la dominaba aquel hecho y si ya no lloraba es porque ignoraba lo sucedido aunque no fuese la mejor opción. —sólo quiero arreglar las cosas de una buena vez.

Su garganta dolía, tantas lágrimas acumuladas y guardadas estaban explotando. Es como cuando tenías un daño muy guardado por él cual ya no llorabas pero de repente alguien te lo recuerda como un balde de agua fría y todo ése dolor regresa, derramas toda esa lágrima guardada.

—Me imagino que tu madre te pidió lo muy común en esos casos —comentó Mike aún sorprendido por aquella confesión.

—Sí — respondió. —pero le dije que arreglaría las cosas a mi modo.

Un pecado que pagar  ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora