Capítulo 38

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Celia no dijo nada, sabía que estaba enojado, él no tenía que decirlo, tan sólo con verlo a los ojos y escucharlo hablar era suficiente. Tenía curiosidad acerca de lo que sea que hubiera pasado en la casa antes de que llegara para que Santiago estuviera así.

Tocó su abultado vientre y se concentró en la carretera, tanto así que se durmió.

Santiago estacionó en el estacionamiento del hotel, la despertó pero hizo que se quedara en el auto mientras rentaba la habitación, y le dejaba las maletas al encargado de llevarlas. Luego regresó con ella para ir a la habitación.

—¿Te sientes cansada?—preguntó, mientras la guiaba.

—Sólo es sueño, Leah se encargó de gastar mis energías —Celia contestó a bostezando.

—Te lo dijo, Leah tiene energía de una niña pequeña y con niños debe pasear.

Celia buscó con la mirada la cama y se sentó sobre ella.

—Pero es única, me levanta el ánimo y con ella no me aburro en casa, bueno, no me aburría —Se agachó para empezar a quitarse las zapatillas, pero Santiago la ayudó. —. No sé que vas a hacer, yo dormire.

—Hablaremos cuando despiertes, no te preocupes —Santiago la cubrió hasta la cintura cuando ella se hubo acostado. —. Ya regreso —Le susurró al oído luego de besarle la frente.

Largo rato después Celia despertó hambrienta, pero no tenía ni la menor idea de como moverse en aquel hotel, no conocía el lugar y no pretendía ir y perderse por ahí.

Decidió marcarle pero éste no contestó, le parecía extraño el comportamiento de Santiago pero sabía que debía dejarlo procesar que su madre no era lo que parecía.

Se cansó de estar en la cama, por lo que se sentó cerca de la ventana para observar la hermosa playa que había a unos metros del hotel, no lo había visto, ni siquiera se inmutó en observar alrededor cuando llegó con Santiago.

—Hola —Dio un Respingo al escuchar desapercibida la voz de Santiago. Giró de lo golpe y lo vio cerca de la puerta con una funda en manos. —. Traje de cenar —Agregó el hombre.

—Ya no aguantaba —suspiró tocando su vientre.

Caminó hacia él, le quitó la funda y se sentó a revisarlo con algo de desesperación. Había una caja de pizza y la comida favorita de Santiago, dejó a un lado lo de Santiago y empezó a comer la pizza.

Levantó la cabeza y vio a Santiago mirándola concentrado.

—¿Qué?

—Lo siento, ¿podemos hablar?—Santiago se acercó y se sentó junto a ella.

—Después que comamos —Contestó Celia con diversión.

Santiago sonrió y asintió. Sentados ambos casi al borde de la cama cenaron, la diferencia era grande, pues Celia siempre estaba incómoda y la madre de Santiago no ponía de su parte. Cena sólo ellos dos, hizo una diferencia entre cuando estaban en casa de su madre.

Un poco de salsa embarró la comisura de los labios de Celia, con cuidado Santiago lo limpió con su dedo.

—Lo siento. Perdóname por todo, por no ver lo que tenía en la punta de mi nariz...

—En algún momento iba a pasar —Celia levantó su mano y le acarició la mejilla. —. Sabía que algún día lo verías por ti mismo, y lamento mucho que tuvieras que ver esa parte de tu madre.

—No me cabe en la cabeza que ella haya intentado deshacerse de su propio nieto, aún sabiendo lo emocionado que estoy con nuestro hijo —Celia sonrió con los ojos cristalizados. Santiago seguía con la seguridad de que era un varón. —. Por otra parte nos iríamos de ahí si...

—Ése día iba a decirte que sí, pero... Tu madre me amenazó con que quien pagaría sería nuestro bebé y yo sé que ibas a entender que lo elegí sobre nosotros —Dos traicioneras lágrimas brotaron de la mejilla de la embarazada. —. Lo siento...

Santiago tomó su rostro entre sus manos. —No, yo lo siento, lo siento muchísimo, te puse en peligro a ti y a nuestro hijo, pero eso no volverá a pasar. No voy a poner a nadie primero que ustedes...

Celia lo miró fijamente a los ojos. —¿Lo prometes?

—Lo prometo —Con sus pulgares, Santiago le limpió las lágrimas. —. Te amo, Celia.

Celia sonrió.

Santiago acarició su labio inferior con su pulgar mientras la miraba fijamente a los ojos. Inclinó su rostro hacia ella y puso fin al pequeño espacio que había entre ellos.

Besó sus labios mientras con sus dedos delineaba la mejilla de Celia. Quien le correspondió suavemente el beso, llevando ambas manos detrás del cuello de él.

Se alejó lentamente y lo miró a los ojos, había solo una pizca de espacio entre sus rostros.

—Yo también te amo —Le dijo con una sonrisa.

Santiago estuvo más que satisfecho con aquella respuesta, la besó nuevamente pero con más pasión, quería hacerle el amor, pero necesitaba del consentimiento de ella, la respetaba y no sólo eso, tenía claro las cosas que no debía y las razones, pero ya habían roto las reglas, de eso llegó un regalo a sus vidas, no podían decir que todo era tan malo. Y al final el precio de su pecado llegó con una bendición.

Celia apartó su cabello dejándolo sobre su hombro izquierdo, se colocó de rodillas sobre la cama y se dejó llevar por los besos de Santiago.

Santiago llevó una mano a su hombro, sintiendo la tela del tiro de su vestido, le quemaba las ganas de retirárselo. Despegó sus labios de los de ella y la miró a los ojos para preguntarle.

—¿Puedo?

Celia asintió mordiendo su labio inferior. A pesar de todo, si algo no había cambiado era sus sentimientos hacia él, su pensamiento de que fuera el primero y el último, se estaba cumpliendo y lo agradecía como nada.

Y aunque nada era seguro, ésta vez se entregaría y lucharía, no se marcharía o intentaría hacer que las cosas fueran perfectas, porque al final siempre habrá errores, errores nuevos, lo importante es ser consciente de que hemos hecho mal y buscar del perdón. Porque el amor de Dios, nunca cambia.

[...]

El reflejo de algo estaba fijo en su rostro, pasó su mano por su rostro y abrió los ojos viendo la cortina del cristal hacia un lado dejando entrar el reflejo del sol, se dejó caer hacia atrás y cambió de lado para seguir durmiendo.

Santiago al salir del baño sonrió al verla, su plan no había funcionado, no la despertó, se vistió, le dejó una nota y fue a arreglar lo del apartamento, quería que ella estuviera lo más cómoda posible, tenía una casa pero le quedaba muy lejos del hospital, y estaba literalmente en la capital.

Unas horas más tardes Celia despertó, luego de leer la nota se metió a bañar, después desayuno y bajó para disfrutar de la hermosura de la playa. Llevaba un vestido blanco que iba conforme a su vientre, su pelo estaba suelto y sus pies descalzos, con sus sandalias a un lado.

Se quedó ahí hasta que se hiciera de tarde sin aburrirse, la hora se había ido volando y ni cuenta se había dado, observar a los niños jugar.

Se asustó cuando pensó en que Santiago no había regresado, se paró de la arena para ir al hotel y llamarle pero su cuerpo chocó contra el de alguien. Alzó la mirada y sonrió al ver aquel hombre de ojos negros profundos.

Él no la dejó hablar y la besó repentinamente. Sonriendo contra sus labios llevó ambas manos detrás del cuello de él y profundizó el beso.

Un pecado que pagar  ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora