Nunca había tenido un parto tan largo, ni a una embarazada tan histérica como la madre de su hijo.
—Pablito...
Sonrió al verla tocar y tocar la punta de la nariz de la criatura.
—Espero que en el segundo estés menos histérica —comentó.
—No me hables de segundo cuando recién sostengo al primero, además no quiero volver a sentir eso —Celia contestó, concentrada en su bebé.
—Ya todo está listo, lamento que no hayas podido comentar pero te va a gustar —Aseguró Santiago.
—¿Nos vamos mañana?
—Sí, decidí regresar a donde todo comenzó —comentó divertido.
—Lluvia, puerta...
—Consultorio —Asintió Santiago.
—Encantada.
Se inclinó hacia ella y le dio un casto beso en los labios.
—Un lindo precio a pagar.
[...]
De sus dedos colgaban sus sandalias, mientras otra mano estaba entrelazada a la de Santiago. Estaban caminando en la arena muy cerca de la playa, era de noche y la única luz era la de las estrellas y la luna.
Era una hermosa noche, las olas del mar era el único sonido que escuchaban, mientras caminaban tomados de la mano sumidos cada uno en sus pensamientos.
Santiago estaba nervioso, había tenido una charla con su hermana sobre lo que quería pero aunque las circunstancias eran otras temía, otro no, sería demasiado.
—Ésta vez es diferente —Recordó lo que le había dicho su hermana.
—¿Qué me garantiza que no habrá otro no?
—Que ya no hay nada ni nadie que se interponga o los pueda separar.
Con su mano libre frotó su frente.
Pablo estaba con Leah y la madre de Celia, ambos habían decidido cuidarlo cuando Santiago les dijo que quería llevar a Celia a un lugar.
Perdió la noción del tiempo, es como si no hubiera tiempo ni espacio a su alrededor, simplemente estaba ahí, su mente, en el aire.
«Dame fuerzas, Dios.»
Celia se detuvo y volteó a verlo parado a unos metros de ella.
—¿Quisiera saber qué tanto piensas?—dijo captando la atención de él.
Santiago la miró confundido al principio pero luego captó que se había quedado sin habla y sin movimiento.
Celia apartó la mirada y la puso en la playa.
—Me traes aquí y pareces estar en otra parte. —comentó cruzándose de brazos.
Santiago entró una mano en su bolsillo y miró la cajita color plata que llevaba consigo como un oro preciado. Se hincó con un pie en la arena y una rodilla sintiendo el frío de la arena.
—Es que... Estoy pensando ¿si quisieras casarte conmigo?
Celia giró de golpe para verlo, des cruzó los brazos al verlo hincado con una cajita color plata abierta mostrando un anillo dentro. Estaba desesperada porque llegara ese día que él se lo volviera a pedir pero... Jamás pensó que podía ser hoy, literalmente había dejado de darle mente a eso.
—Celia ¿quieres ser mi esposa? Te lo pido por...
—Sí —murmuró Celia entre lágrimas. —. ¡Sí!
Inclinó su mano con elegancia hacia él para que le colocara el anillo. Santiago se paró y la rodeó entre sus brazos.
—Te amo.
—Lo sé, ésta vez si será —Acarició la mejilla de él sonriendo mientras unas cuántas lágrimas se le escapaba.
[...]
No era desesperación, pero de que me quería casar, me quería casar. No quería perder un minuto más para ser la esposa de Santiago, además no queríamos gran cosa, lo importante para nosotros era ser esposos.
No debería estar nerviosa, pero ¡lo estoy! Estoy segura de esto, ambos estamos seguros deberíamos actuar normal pero es imposible no sentirme así.
—No quiero llorar...
—Toda novia lo hace —Me dice Sarah. —. Bueno, en su mayoría.
—Todos los recuerdos me están abrumando —Intento echarme aire con la mano.
—Es normal, el día de tu boda recuerdas por todo lo que habéis pasado para llegar hasta aquí —Sarah me sonríe mientras habla.
Me miro nuevamente en el espejo y me satisface lo que veo, siempre me he amado tal como soy, y mi futuro esposo nunca me ha hecho sentir lo contrario.
—Todo se resume a que lo amo.
—Y a que eso era lo que Dios tenía para ti —Sarah me toma de los hombros. —. Mírame —La miro. —. El precio a pagar ya está pagado, éste momento es el momento de testificar lo bueno, las pruebas han pasado.
—Estoy tan feliz de que estés aquí.
Ella asiente y me abraza sonriendo.
—¡Ya salgan de ahí!—Grita mi madre. Habíamos pedido un tiempo a solas, al parecer estábamos tardando.
Nos miramos y bajamos. En la sala me topé con mi padre quien me dijo unas palabras que me sorprendieron, nunca fui su favorita que estaba orgulloso de mí y de mis logros como persona.
En cuestión de minutos ya estábamos en la iglesia, mis manos sudan, ya Sarah me ha pasado más de tres pañuelos para limpiarme, si tocaba mi vestido con la mano sudada podía arruinarla. Era un simple vestido largo con mangas cortas y escote que dejaba ver mis hombros, sólo un poco, mi cabellera estaba semi recogido.
Mi madre me abrazó y luego dejó que Sarah me encaminara hasta el altar. Inmediatamente que pisé la puerta de la iglesia mis ojos hicieron contacto con los de Santiago, ambos nos sonreímos ampliamente.
—Gracias Dios —Murmuré bajito.
—Dios es bueno todo el tiempo
—Y todo el tiempo, Dios es bueno —Terminé por Sarah quien me sonreía.
Cuando estuve frente al padre, Santiago me toma de la mano y nos colocamos en nuestros puestos. Las cosas estaban pasando rápido pero yo lo sentía todo el lento, estaba temblando.
—Santiago, con éste anillo yo te desposo —dije, y le coloqué el anillo.
—Los declaró marido y mujer.
¡Al fin! Ya éramos señor y señora, era un gran paso en nuestras vidas, nuestra relación y todo.
La recepción se realizó en casa, disfruté cada segundo de mi boda, al fin de cuentas uno no se casa dos voces.
Giré cuando Santiago me dio indicios de hacerlo.
—No soy buena en esto —dije entre risas.
—Caeremos en el mismo hoyo porque un ciego no guía a otro ciego —Volvió a colocar su mano en mi cintura. —. ¿Estás segura de aguantar una semana sin Pablito? Te advierto que una vez que estemos allí no podrás volver.
—Haré el intento.
Dejé caer mi barbilla en su hombro mientras nos movíamos al ritmo de la música. Mis ojos cayeron sobre Mike y Sarah estaban tan concentrados viéndose a los ojos, Sonreí.
Quien es para ti volverá a ti cuántas veces sea necesario, y quien no es para ti se irá. Nadie puede cambiar los planes de Dios, no cuando pones tu vida en sus manos, dejarle el control a quien si sabe como pelear por ti. Al fin de cuentas, por mí, pelea él.
Miré a Santiago a los ojos y le Sonreí con amor.
Él arqueó una ceja confundido.
—Te amo.
FIN.
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Un pecado que pagar ✔
Spiritual-Estoy embarazada - le confesé y fue como tomar un control y pausar la tele pero a él le pause él tiempo. Sé que cortó conmigo pero sólo no quería ocultárselo. Se acerca rápidamente a mí y levanta mi blusa, me estremezco por él frío y sobre todo po...