Epílogo

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Llevo horas corriendo detrás de Pablo, sólo para bañarlo, pero ese asqueroso no quiero ni mojarse el rostro.

Corro hacia la cocina ya que lo he visto meterse bajo la mesa pero repentinamente siento un brazo rodear mi vientre y siento mis piernas al aire.

—Por todos los cielos mujer, ¿cómo corres así?—Escucho la voz de Santiago.

—Por Dios santo ¿cómo es que aún puedes cargarme de esa manera?

—Pues porque ni un peso más ni uno menos —contesta sin soltarme.

—Gracias a que no me has dado la receta de como tener un poco más de carne.

—Porque te amo así —Tal como me atrapó con un sólo brazo así mismo me pone de pie. —. Adivinaré, una vez más nuestro hijo no se quiere bañar.

—No, odia bañarse en las tardes, dice que si no hay sol no lo hará y no lo bañaré con agua caliente.

—Hoy no funcionó sobornarlo —Niego con la cabeza. —. ¿Qué tal si le dices que no habrá cena?

—Presiento que es capaz de lo que sea por la comida —digo con una sonrisa. —. Déjame terminar con tu hijo, luego te ayudo —Camino hacia la cocina. —. Pablito.

—Mamita...

Amo cuando me dice así.

—¿No puedo bañarme mañana?

—Hoy es hoy, cariño. Hay que estar bañados para cenar ¿acaso no quieres cenar? Sabes como es papá de disciplinario y saludable, es un doctor muy gruñón, no hagas que se enoje —Me agacho para verlo debajo de la mesa.

Sale y limpia sus palmitas.

—Está bien, pero quiero eto de patel —Me muestra dos dedos. Aveces dice unas palabras correctamente y en otras hace un moro que sólo una madre puede entender.

—Solo dos —Le sonrió.

Recién cumplió sus cinco y creo que cada año que cumple le suma algo más a su travesura. Lo cargo y volteo para subir con él pero choco con Santiago.

—Fue actuado.

—Sí, madre histérica —Me dice restándole importancia.

Abro la boca de la impresión.

—Oh, ya verás.

Luego de bañar y alistar a Pablo, bajamos y cenamos en familia, casi como siempre. Santiago tenía claro que aunque fuera la noche quería que pasáramos juntos, sé que es doctor, pero también es padre y esposo.

Cuando la situación es urgente y complicada lo entiendo, pero no puede faltar a cenar dos veces seguidas, nos hemos puesto de acuerdo para establecer reglas, el que la incumple tiene un precio a pagar, nobes asfixiante porque lo hacemos divertido.

—Sigo esperando que incumplas otra de tus reglas para que me pagues otro bufete —Me susurra al oído abrazado a mi cintura.

—Sigue soñando —Le digo mientras cambio y cambio de canal.

—Qué tal si dejas de cambiar y cambiar de canal —Me quita el control y empieza a besar mi cuello.

—¡Papááá!

Santiago frunce el ceño.

—¡Papáááá!

—¡¿Sí?!

—¡No hay papel!

—Pero qué...

Me echo a reír a carcajadas, mientras Santiago sigue con su rostro de no entiendo nada.

—¿Te ríes? Ése niño no me respeta.

—No —Logro decir entre risas. —. Ése niño es tu hijo y sólo quiere papel —Toco su pecho con mi dedo índice.

—Ya verá —Se para y sube las escaleras como que hará algo cuando sé que con sólo ver el rostro de su hijo estará más tierno que un perrito.

Me acuesto en el sofá sin dejar de reír.

[...]

Dejamos a Pablo en la escuela y decidimos regresar caminando, Santiago había decidido encaminarme hasta mi trabajo.

Después de los cinco años no hemos sabido nada de la madre de Santiago, sé que aunque no la quiera ver algo le inquieta, me pregunto ¿qué habrá pasado con ella? Leah terminó yendo con sus abuelos nuevamente y hasta el sol de hoy su relación con el Dr Ribeiro va creciendo.

—Cuando te pones así siento que sólo te guío, no que andas conmigo.

Salgo de mis pensamientos y lo miro, le sonrío.

—Estaba pensando en tu...

—¡Hijo! ¡Santiago!

Ambos volteamos para ver de quien se trata, me quedo estupefacta al ver a la madre de Santiago ahí. ¿Acaso la invoqué?

Aferré mi agarre a Santiago al verla acercarse, se veía muy diferente a cuando la conocí, debía de estar algo mayor normalmente pero se veía como maltratada.

—Santiago, no sabes cuanto tiempo llevo buscándote —Se acerca a Santiago para abrazarlo pero él se aleja.

—¿Para qué? Creo que fui muy claro cuando dije que no los quería cerca de mi familia —Santiago habla con seriedad, sé que está conteniéndose.

—Quisiera conocer a mi nieto, él nació ¿verdad?—pregunta con ilusión en la mirada.

—Gracias a Dios sí —contesto.

—¿Qué quieres madre?—pregunta muy seriamente Santiago.

—Hijo, sólo quiero conocer a mi nieto.

—¿No crees que perdiste ése derecho?

—Lo siento, de verdad, les juro que cambié.

—No confío en ti, mamá. Después de que me alejé de ti he podido construir mi vida, y porque seas mi madre no permitiré que lo Arruines.

—Esas no son mis intensiones, de verdad.

La miro y tengo claro que no la quiero cerca pero tampoco seré despiadada o rencorosa.

—Mientras no vea pruebas de su cambio, no la quiero cerca ni de mí, ni de mis hijos —Advierto y decido alejarme para que Santiago pueda hablar más tranquilo con ella.

Siento un jalón de brazo no tan brusco y volteo para verlo a los ojos.

—¿Dijiste hijos?—Me pregunta confundida y sorprendido a la vez.

Sonrío al recordar mis palabras, es verdad, había dicho hijos. Asentí.

—Pero... Sólo tenemos un hijo

—Sí —digo sonriendo. —. Y el que viene en camino.

—Qu... Estás... —Balbucea pero no logra objetar bien sus palabras.

—Sí, vamos a tener otro hijo.

Un pecado que pagar  ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora