Capítulo 28

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No quiero decir que el tiempo pasó, no quiero decir que me arrepiento o que no disfruté, solo quiero decir que... el tiempo de Dios es perfecto, así tuvo que pasar y así pasó.

Había pasado solo una semana desde la muerte de su abuelo y para ella fue como si él tiempo se hubiera detenido ahí, en aquella habitación. En su mente constantemente se repetía las últimas palabras de su abuelo sé fuerte. Sentada sobre aquella roca que había sido testigo de todas las veces que había y de todas las cosas que le decía a sus seres idos mirando él cielo.

—Solo quiero una oportunidad. —susurró Mike a su lado. Había llegado hace un rato mientras que la morena tenía ya horas, no podía negar que él no la había dejado en ningún momento de su luto pero eso no había cambiado nada en sí de ella.

Sarah giró a ver a Mike a los ojos. —Debes ganártela, Mike.

.....

Mientras más veía acercarse la señora, más trataba de alejarse pero era en vano, ella ya estaba justo frente a ella con intensiones de acabar con aquello que ella consideraba un error pero ahora era lo que más amaba.

—No debe nacer. —sentenció la señora decidida. Mientras que ella negaba con la cabeza con rapidez y trataba de escaparse pero no había escape, estaba rodeada de cuatro paredes y con una mujer en frente sosteniendo una cuchilla. Un forcejeo empezó entre ambas pero era claro quien era la más débil y que a pesar de eso debía proteger a un ser que llevaba en su vientre.

La joven fue arrojada al suelo y a todo pulmón soltó un grito desgarrador, se podía decir que se sentía desgarrarse poco a poco. Su pánico aumentó cuando vió que la señora avanzaba y no pensó en otra opción que gritar.

Apretó su vientre con fuerza pero sintió unas suaves sábanas bajo sus manos y la otra en su vientre, estaba empañada en lágrimas. Todo fue una simple pesadilla pero él dolor era real y por ende no paraba de retorcerse del dolor gimiendo y gritando.

La puerta se abrió de golpe, entró un Santiago que junto a Leah se habían alarmado pero él era él único que podía acceder a la habitación por tener una copia. Se acercó a ella inmediatamente y trató de tranquilizarla.

—Celia, solo fue una pesadilla. —Tomó entre sus manos él rostro de la joven. —, mírame, debes tranquilizarte o le harás daño a nuestro bebé.

—Celi, mira ya estamos aquí. Tranquila. —Leah le brindó una cálida sonrisa tratando de calmarla. —si quieres me quedo contigo —propuso.

—Sí, por favor. —pidió Celia entre cortada.

—Descuida, yo me encargo, tu regresa a tu habitación. —ordenó Santiago quien tenía abrazada a Celia.

—Creo que es mucho mejor. —Sin más Leah se marchó, sabía que no le convenía dormir con Celia para no lastimarla pero también Santiago sería más útil, cualquier cosa tenía a su doctor al lado.

—¿Qué te duele?—preguntó Santiago mirándola, le era muy difícil verla así retorciéndose.

Celia seguía apretando su vientre. —Me duele mucho el vientre, Santiago. —susurró en un jadeo.

—Cálmate por favor, estás angustiada y eso está afectando al bebé. —explicó Santiago y se acostó junto a ella. —relajate.

La abrazó y ella se acomodó sobre su pecho, bajó su mano y le tocó él vientre haciéndole pequeños círculos como si con eso la relajara.

—Va a nacer. —La escuchó susurrar de repente.

—Por supuesto que sí. —le afirmó. —, solo fue una pesadilla, es la angustia, recuerda que él bebé siente lo que sientes.

Un pecado que pagar  ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora