Capítulo 25

49 9 0
                                    


Sus dedos golpeaban sus rodillas en un ritmo muy rápido indicando lo ansiosa y nerviosa que se encontraba sentada sobre ese banco de color plata. Sus ojos se desviaban por todas partes esperando que llegara aquel hombre de ojos negros, ya se estaba haciendo decenas de historias de la reacción del hombre, pero no tenía una idea clara de lo que ocurriría.

No le importaba la estadía fuera, solo no poder regresar, estar en casa no le era favorable, ¿porqué querría llegar?

De repente sintió la presencia de alguien a su lado y giró rápidamente a mirar a quien tenía al lado. Era un moreno alto, en forma viéndolo bien, era claro que era todo un hombre deportivo. -¿Hola?- susurró la castaña en interrogación.

-Oh, hola hermosa -el moreno le sonrió y apoyó su codo al marco del banquillo de color plata.

-¿Qué se le ofrece?- preguntó la joven pero ésta vez poniendo algo de distancia.

El hombre fornido rascó su cabeza. -Te ví solita, ¿necesitas ayuda?

Santiago quien ya había llegado al lugar, venía bajando del auto cuando los vió, se sorprendió pero no se molestó, aunque estuviera así con ella sabía perfectamente quien era Celia. Pero algo lo chocó emocionalmente, que no era el único y que si Celia no podría estar con él, había con quien más estar por ende sentía la necesidad de arreglar las cosas.

-Muy amable, pero ya llegó su solución -sonrió tomando del brazo a Celia para llevársela.

Celia se soltó de su agarre y lo miró frunciendo él ceño. -Gracias por venir pero sé caminar -aclaró.

-Sabes caminar -espetó Santiago con ironía. -, y te perdiste -rió.

La castaña molesta caminó hacia al auto dejándolo ahí parado pero al instante que llegó frente al auto se tambaleó terminando apoyada al auto. Tocó su cabeza gimiendo, pensó que de seguro había sido por tanto caminar pero luego empezó a sentirse peor, su vista se nubló y cerró los ojos con fuerza tratando de ver bien, al abrirlo nuevamente pero fue inútil.

-¿Qué tienes?-le preguntó Santiago tomando su rostro pero ella lo veía dando vueltas y lo escuchaba lento. Con una mano Santiago abrió la puerta del auto mientras que con la otra la sostenía de la cintura.

-Me... caigo -tartamudeó Celia a punto de perder el conocimiento.

Santiago en vez de dejarla sentada, la recostó en el asiento trasero. -Con un poco de alcohol te sentirás mejor -rebuscó en sus cosas hasta encontrar lo que buscaba. Se sentó al borde del asiento frente a ella y le colocó un poco de alcohol con algodón en la nariz.

Celia parpadeó varias veces y empezó a ver mejor, el mareo había desaparecido pero se sentía extraña, intentó incorporarse pero alguien se lo impidió.

-No te muevas, iré por una botella de agua -avisó Santiago y en cuestión de segundos se esfumó.

Celia bajó una mano lentamente a su vientre y lo acarició. - ¿Qué pasa contigo bebé? ¿porqué me haces sentir mal de repente?pues sino lo notas te tengo presente, no te he olvidado - sonrió. Eran muy pocas veces las que le hablaba y esos momentos por pocas que fueran eran especiales.

Santiago entró al auto rompiendo la burbuja entre madre e hijo. -Toma - le extendió la botella de agua y la ayudó a incorporarse. -, te hará sentir mejor.

Celia tomó la mitad de la botella. -Con los bebés uno nunca sabe - comentó.

-Te estás acostumbrando al parecer - respondió Santiago mirándola a los ojos.

La chica lo escaneó y de sorprendió al ver un moretón en su frente. - ¿Qué te sucedió?

-Por estar apurado, creo que debería revisarte, ahora vamos a casa - dijo Santiago bajando del auto para ir al asiento copiloto y conducir.

Un pecado que pagar  ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora