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Tenía una semana en el trabajo todo iba perfecto, sólo que el temor por su vientre le era inevitable sentir, por otra parte tenía la sospecha de que el padre de Sarah ya lo sabía pero se evadía de hablar de eso.
El olor a comida inundaba la cocina pero lo indefinible era los diferentes platillos que se encontraban preparados. Chocó bruscamente con el lava platos cosa que le provocó un pequeño dolor en el vientre por lo cual sostuvo su vientre gimiendo.
—¿Todo bien?, Celia — preguntó una voz a su espalda tocando su hombro.
—Sí, sí —Asintió inmediatamente, no quería que nada interfiriera en su trabajo y menos dejar al público su situación. Giró y miró al padre de Sarah con una sonrisa quien satisfecho y tranquilo se marchó.
—¿Estás bien? ¿Quieres un momento?, no te hace bien mucho estrés, te ayudo en algo —farfulló Sarah preocupada.
Celia giró y la miró, para ella Sarah exageraba pero le gustaba su preocupación por ella, tenía la fuerza de un hombro siempre dispuesta para ella.
—Te preocupas tanto, creo que te has ganado el puesto de madrina — Sonrió con entusiasmo.
Sarah negó con la cabeza mientras hacía ademán con la mano. —No, sólo quiero que estén bien.
—No te hagas sabes que eres la madrina, ¿quién más?— Celia encogió sus hombros. Sarah le sonrió y le tocó el vientre mientras miraba a su amiga a los ojos quien puso su mano sobre la de ella.
—¡Celia!, ¡nuevo cliente!— exclamó una chica que servía los platillos.
—Yo me encargo —dijo Sarah rápidamente para tomar el lugar de Celia.
—No, tranquila, yo lo hago — Celia le sonrió asintiendo y tomó la libreta para ir a atender a los nuevos clientes. Caminó hacia la mesa ocho la cual antes se encontraba vacía pero ahora la ocupaba tres personas que desde su lugar podía escuchar sus risas, al estar a unos tres metros de ellos pudo fijarse de quienes se trataba. Suspiró devastada, no se lo esperaba y peor aún creyó que no lo volvería a ver pero como siempre él destino jugaba a su manera.
Se acercó y dió su mejor sonrisa posible, evitando mirar al hombre de ojos negros que vestía una camisa rosada.
—Hola, ¿qué se les ofrece?— preguntó con mucha amabilidad.
La chica que se encontraba frente a Santiago reconoció la voz de inmediato y alzó la mirada para verla a los ojos. —¡Celia!—exclamó.
—¡Leah! —Celia imitó el mismo acto de asombro. Leah se paró y se abrazaron fuertemente pero Leah quería darle vueltas a Celia ya que siempre la molestaba con que era una delgada muñeca.
—Despacito Leah, que terminaré desmayada — advirtió Celia alejándola.
—¿Qué pasa?, ¿enferma?— preguntó Leah mirándola con preocupación.
—Estoy bien, no es grave, ahora siéntate que te voy a atender —ordenó Celia y Leah hizo casa.
—Ensaladas —Leah sonrió.
—Sigue cuidando tu imagen —bromeó Celia y miró a la chica que se encontraba al lado de Santiago.
Santiago la observó perdiéndose de la conversación que tenía con la chica de a su lado. Notó como Celia llevó una mano a su vientre como si hubiera sentido algún dolor o molestia.
—¿Y usted?—Celia puso su vista en la chica.
—Vino —contestó la chica y la observó de arriba abajo con una mueca.
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Un pecado que pagar ✔
Spirituale-Estoy embarazada - le confesé y fue como tomar un control y pausar la tele pero a él le pause él tiempo. Sé que cortó conmigo pero sólo no quería ocultárselo. Se acerca rápidamente a mí y levanta mi blusa, me estremezco por él frío y sobre todo po...