Capítulo 12

52 8 1
                                    


No juzguéis para que no seáis juzgados, todos cometemos errores y merecemos ser perdonados y una segunda oportunidad.

Todo pasó tan rápido que nadie hubiera podido evitar la caída. La vida es tan frágil como una tasa que lavas todos los días y difícil de cuidar como una hoja color blanco, pura, que cualquier cosa puede tachar y arruinar en cualquier momento.

Sus dedos temblaban sin parar mientras tenía ambas manos en su rostro. Muchos dicen que los hombres no lloran pero a él valía nada que alguien lo viese así, sentía un gran peso de culpa encima, su pecho se reprimía de tanto dolor, si algo le pasaba a los dos, no se lo perdonaría y menos podría vivir con eso. Quería hacer algo, tomar el control sobre su estado pero no podía hacer nada en un lugar que no conocía y por más que tratase de convencerlos no dejarían a Celia a cargo de él.

—¿Cuánto tiempo más debemos esperar?— preguntó la madre de Celia sollozando. Ella no sabía que sentir, decepción, rabia o miedo, tantos sentimientos la abrumaban.

—El caso es grave y tardarán mucho —Santiago permaneció sentado sin cambiar de posición.

Horas y horas que para las tres personas sentadas en la sala de espera con un miedo más grande que él mundo era como una eternidad.

Pasó una enfermera y antes de que continuara, Santiago la detuvo del brazo rápidamente haciendo que lo viera.

—Disculpe, pero necesito saber algo de la paciente Celia Oliveira —pidió Santiago angustiado.

—Lo lamento pero nada.

—Siempre hay algo —estalló Santiago. —. Siempre la hay sólo que no es seguro.

—Grave, muy grave pero el doctor está haciendo lo posible, es lo único que le puedo decir —la joven enfermera se marchó.

Santiago en vez de mejorar o sentir algo de alivio, todo empeoró y devastado se sentó nuevamente y al ver el rostro de los padres de Celia sólo negó con la cabeza.

Cuando ya estaban hartos y querían explotar e ir y exigir alguna noticia, el doctor se les acercó.

—Parientes de la señorita Oliveira —habló el doctor.

Las tres personas se pararon al mismo tiempo de golpe para recibir la noticia.

—Casi la matan, ¿qué fue lo que pasó?—preguntó el doctor confundido. Las mujeres embarazadas sabían la gran responsabilidad que tenían tanto para cuidarse como al bebé.

Santiago sabía perfectamente que Celia no diría nada para no afectar a su padre ni por más mal que le había hecho. —Fue un accidente.

—Por la cual pudo haber muerto, estuvo apunto de tener un aborto instantáneo también recibió un golpe en la cabeza y debemos esperar a que despierte a ver sino le afectó nada, no podemos arriesgar la poca salud de ambos —explicó él doctor.

—¿Pero todo está bien?— preguntó Santiago inquieto.

—Puede que el bebé tenga algún problema al nacer por ese accidente —aclaró el doctor no tan convencido del supuesto accidente.

Santiago suspiró sin saber que decir, cayó sentado nuevamente con su rostro entre sus manos.

—Lo siento mucho, lo mejor será que se quede aquí por cinco días pero si todo cambia puede ser antes — explicó el doctor y se marchó.

—Iremos a verla —dijo la madre de Celia a Santiago quien seguía agachado. Santiago devastado asintió con la cabeza mientras rezaba porque todo estuviera bien.

Un pecado que pagar  ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora