Capítulo 35

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Capitulo dedicado a kattymeza7.

En la habitación se creó un gran silencio, el ambiente estaba tenso. Santiago no sabía que decir.

—No quiero que me contestes ni digas nada, es tu madre y lo entiendo. Tampoco la estoy culpando, pero no niegues que ella me odia —Sentenció Celia volteando la cabeza para ver hacia otro lado.

Antes de que Santiago pudiera abrir la boca entró el doctor, había decidido llevarla con el mejor médico que conocía, un señor de unos cincuenta años en adelante que tenía bastante experiencia.

—Veo que ya despertó —El hombre se acercó a Santiago.

Santiago decidió llevarla durante el dolor a ver que era lo que en realidad sucedía.

—Santiago, no tengo buenas noticias —Dejó en claro el señor asustando a los padres. —. No encontramos nada, no es algo natural, tanto ella como el bebé están bien, no pierdas tu tiempo haciendo esto, además como es que solo en las noches sucede, sólo Dios sabe lo que tiene.

El señor le palmeó el hombro y abandonó la habitación.

—Dios —Santiago llevó ambas manos a su cabeza. —. De verdad que esto me volverá loco.

—No te preocupes —Le dijo Celia. —. Todo estará bien, todo será como Dios quiera y sé que él quiere que mi hijo nazca, Dios sabe lo que está pasando, para él nada es imposible.

—Tengamos fé, mi sobrino tiene que nacer —Apoyó Leah sonriendo.

—Hemos llegado hasta aquí, ¿por qué rendirnos?—Santiago de acercó a la camilla. —. Vamos a casa, dejemos a Dios nuestras inquietudes.

—Me alegra que hables así, aunque lo entiendo, eres doctor y debes de creer en la ciencia —comentó Celia sonriendo.

—También tengo claro que Dios ha dado el conocimiento para la ciencia —Ayudó a la joven a bajar de la camilla.

De regreso a casa empezó a llover, repentinamente una tormenta fue declarada en las noticias de última hora. A Celia noble gustaba tanto frío, si lo fresco pero el frío no era lo suyo.

Mientras dormía un fuerte ruido de un rayo la hizo sobresaltar y giró de golpe pegándose a Santiago dejando su cabeza en su pecho mientras encogía su cuerpo queriendo volverse una bola bajo las sábanas. Abrió los ojos lentamente y esperó un momento por si venía otro rayo, iba a alejarse pero Santiago se lo impidió abrazándola.

No hizo nada, solo dejó que la abrazara de todos modos tenía frío. Esa noche extrañamente no pasó nada, no tuve ese terrible dolor que la hacía desear hasta morir.

[...]

Santiago sabía que para acabar con todo aquel alboroto solo debía casarse con Celia e irse a vivir lejos de su familia, era claro que Celia y su madre no podían convivir, tal vez Celia lo intentase pero su madre no quería ni intentarlo, la detestaba, peor aún, la odiaba.

—Quiero casarme con Celia, si ella acepta nos iremos obviamente así creo que acabamos de una vez por todas, tampoco tienes que tratar de que te agrade madre —explicó Santiago viendo a su familia.

—¿Estás seguro? Aquí están acompañados, cualquier cosa podemos socorrerla, trataré de llevarme mejor con ella, hijo —Propuso la señora.

—No madre, ya está decidido, a menos que Celia no acepte —aclaró Santiago.

—¿Es por mi presencia?—preguntó la rubia.

—Claro que no, tú no tienes nada que ver en nuestras vidas —aclaró Santiago.

Un pecado que pagar  ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora