Capítulo 29

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Acostada en la cama con una mano en su vientre mirando el techo no paraba de pensar en su vida, su futuro, las cosas que quería lograr y en su bebé. ¿Porqué Santiago pensó esas cosas?¿porqué decidí escucharlo ahora después de todo?ya lo había perdonado incluso antes de que se disculpara solo no quería volver a estar con él y lo tenía claro, pero nunca ha sido fácil ir contra tus sentimientos.

Por otro lado se quería ir de aquella casa, no le parecía nada coherente quedarse ahí pero ¿qué podía hacer?ya había hecho demasiadas tonterías como para revelarse ahora.

-¡Celi!, te buscan.

Escuchó la voz de la señora Samantha y se sorprendió, ¿porqué tanto afecto de repente?¿quién será para que la llamara así?con tantas preguntas en la cabeza decidió bajar a encontrar respuestas.

Empezó a bajar las escaleras pero se detuvo al ver su madre y con una sonrisa le dió la bienvenida, pretendió seguir bajando pero otra persona apareció al lado de su madre. Sus ojos marrones penetraron a la chica que sostenía de la mano a un pequeño, la escaneó de pies a cabeza, su hermosa melena parecida a la de ella, la altura, sus hoyuelos al sonreír. Era su hermana, tenía dos años sin verla después de que se había ido con su novio por haber terminado embarazada, ni siquiera mantenían contacto con ella y verla le cayó como un balde de agua fría.

-¿Leslían?-dijo sorprendida.

Las dos mujeres le sonrieron con mucho amor sin dejar de mirarla. La joven parpadeó varias como si quisiera sacar aquella imagen de su cabeza, pero no era su imaginación, tampoco un sueño. Era la realidad.

Sus dedos resbalaron del pasa manos y con ello su cuerpo se deslizó como una muñeca de plástico al suelo. Ambas mujeres, hermana y madre fueron a socorrerla inmediatamente, él señor Pedro fue quien la llevó cargada a la habitación. Leah quien había salido de su habitación al escuchar él alboroto le avisó inmediatamente a Santiago.

Ambas mujeres se posicionaron en cada lado de la cama observando a la joven. -No debimos aparecer así. -comentó la señora Cecilia.

-Debimos avisar, pero bueno, ya pasó. -respondió su hija Leslían. -¿cuántos meses tendrá?

-Sino me equívoco, tres mese o más. -respondió la señora Cecilia observando a su hija.

Leslían miró el vientre de su hermana y se recordó a si misma cuando también estaba embarazada, giró a mirar a su hijo quien no se había despegado de su pierna. Se agachó frente al pequeño y le sonrió. -Es tu tía, cariño.

El pequeño simplemente asintió sin objetar palabra alguna, todo le parecía extraño y qué podría decir siendo un pequeño.

Un rato después de tanta espera, Celia abrió los ojos obteniendo la atención de todos los presentes en su habitación, se sentía algo incómoda, no le gustaba que invadieran su espacio pero debía ser comprensible ya que solo estaban preocupados, retirando a la señora Samantha que lo único que le deseaba era desparecer a ése bebé.

-No puedo creer que estés aquí. -fue lo primero que salió de sus labios mientras observaba a su hermana.

-¿Te encuentras bien, linda?-preguntó su madre y ella giró a mirarla.

-Sí, mamá. Tranquila. -le sonrió.

-Decidimos dejar muchas cosas atrás y empezar de nuevo, papá te ha enviado saludos.

Aunque Celia nunca fue la favorita jamás le tuvo envidia a su hermana, al contrario la admiraba, además no era su culpa, eran simple cosas normales en los seres humanos.

-Será mejor que la dejemos descansar. -comentó la Sra Samantha y todos estuvieron de acuerdo con ella.

Inmediatamente que abandonaron la habitación, llegó un Santiago alborotado y preocupado a la casa, que sin dudar subió a ver a Celia.

Un pecado que pagar  ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora