Capítulo 26

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¿Porqué elegir a las personas?si nosotros los humanos tenemos como don equivocarnos.

Celia salía de su habitación para ir a la iglesia, extrañaba escuchar las charlas y los consejos de de su pastor, ya había aprendido muy bien que taxi tomar para ir y como regresar.

—Celi, deja tu habitación abierta hoy viene la de la limpieza —avisó Leah al verla salir de su habitación.

—Descuida linda, yo lo haré —la castaña le brindó una cálida sonrisa.

—Está bien, como gustes.

Bajó las escaleras y se fue, no importaba haberse mudado no dejaría de congregarse en un lugar que había recibido tanto amor. Esperaba que al acabar la congregación pudiera hablar con el padre de Sarah y así fue.

—Estará mucho mejor allá — empezó a decir el señor mientras caminaba junto a la joven con sus manos detrás de su espalda. —, aunque Mike fue detrás de ella, espero que las cosas salgan bien.

La chica se sorprendió y luego simplemente suspiró. —Yo también espero lo mismo, Sarah se merece lo mejor, todavía me duele lo que pasó, no lo puedo creer.

—Digamos que así debió de ser —el hombre frenó y giró a mirarla. —, por lo visto no te casarás.

Celia tocó sus dedos y sonrió. —Siento que la mejor manera es que éste segura y que todo sea como debe ser.

—Cuídate hija —el pastor le palmeó el hombro con una sonrisa y se marchó.

Al llegar a casa sigilosamente entró a su habitación. Miró su habitación buscando algo extraña pero nada, solo un pequeño detalle sobre su cama había una pequeña caja blanca con un nudo hecho con tela blanca.

Se acercó lentamente y lo tomó, se dejó caer sobre la cama mientras lo abría ansiosa. El brillo de un anillo color plata y de pequeños diamantes en medio la dejó sorprendida, creyó que estando las cosas como estaban no lo haría.

Lo sacó de la caja y lo alzó para observarlo mejor. — Mmm, al menos se preocupa por lo que piense la gente de mí —comentó. Lo colocó en su dedo anular y le quedaba a la perfección, como si ella misma lo hubiera ido a comprar.

—Haga lo que haga esa mujer, lo puedo soportar, solo me queda orar por ella, no la considero mi enemiga sino que su insensatez viene de un mal espíritu —empezó a hablar sola mientras miraba su habitación. Con tanta maldad en el mundo, deberíamos ya de acostumbrarnos a que siempre habrá buenas y malas personas.

Los días pasaban y la señora seguía molestándola y dándole órdenes de cosas que debía de hacer en la casa, con la típica excusa de “cooperar” a Celia le daba igual, no le molestaba hacerlo mientras no tuviera clases o cosas importantes que hacer.

—¿Qué haces?—le preguntó Santiago al verla limpiando.

—¿Tú que crees?—le respondió Celia con otra pregunta sin girar a mirarlo. La había ignorado casi la semana entera y no venía a hablarle sino a reprocharle.

—¿Porqué tan arrogante sierva?—preguntó Santiago en tono burlón dándole en la punta del clavo.

La chica molesta dejó las cosas y giró a enfrentarlo. — Escúchame muy bien, Santiago, puedes decirme lo que sea pero no te metas con mi religión —advirtió severamente.

—Ya — el hombre alzó ambas manos hacia arriba indicando paz y se marchó.

Celia terminó de limpiar, no es que le molestara que Santiago le reprochara por hacer esas cosas sino que permitir entrar un conflicto entre madre e hijo no era cualquier cosa, aún peor cuando ni se llevaban bien. Largo rato después notó que le tocaba un chequeo, había perdido dos por haber ido a casa de sus padres y luego la mudanza.

Un pecado que pagar  ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora