Capítulo 23

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Mientras Leah le farfullaba toda su etapa de graduada, Celia observaba la puerta esperando ver a Santiago con quien quería hablar urgentemente. Apenas llevaba minutos ahí y ya estaba incómoda cosa que no le parecía sano y menos quedarse.

Leah salió por un momento y Celia decidió quedarse ahí para evitar otro inconveniente alguno. Pasó Santiago por él pasillo, Celia lo notó ya que la puerta estaba abierta.

—Santiago —lo llamó.

Santiago se acercó y la miró esperando que hablara.

—No creo que sea buena idea —comentó Celia.

Santiago negó con la cabeza mirándola. —Estoy respetando el hecho de que no quieras casarte, a menos que quieras que vivamos juntos sin casarnos y que se llame fornicación lo que sea —espetó sin piedad alguna y se retiró.

Celia cayó sentada sobre la cama observando la nada ¿quién diría que mi deseo de estudiar fuera y conocer nuevos aires terminaría así?se hacía preguntas que la harían entrar en depresión cosa que afectaría a su bebé, porque aún queriendo él bien hacemos él mal, aveces pensando en que hacemos el bien sucede él mal.

Santiago en la habitación de su madre discutía con ella por él simple hecho de que no quería que Celia ocupara otra habitación que no fuera la de huésped, que estupidez ¿no?pero sus planes tenía.

—Mamá, descuida, ella ocupará mi habitación — respondió Santiago pasivamente. En otra ocasión hubiera discutido con ella fuertemente sin importar nada pero la cosa era que, aunque había mostrado ser aquel que Celia conoció ya no lo era en realidad pero como todo ser humano quedaba pequeños rastros que con él tiempo iban desapareciendo, nada es de la noche a la mañana.

—Dijiste que era la madre de tu hijo, no novia y menos prometida —aclaró la señora haciendo señas con su mano izquierda.

—Eso no cambia nada — negó Santiago. —, y mucho menos que sea alguien tan importante para mí — finalizó para irse pero regresó.

—Y una cosa — alzó su dedo índice. —, nuestros problemas son nuestros, no te equivoques que aunque esté así con ella es solo que quiero hacerle sentir que lo que hizo me afectó mucho. Con esto te quiero decir que no le vayes en contra y menos lo uses como excusa.

La señora abrió la boca sorprendida. —Pero como se te ocurre — dijo con disgusto.

—Te conozco — aclaró Santiago y salió de la habitación molesto. Él era consciente de que todo era posible al estar aquí ya que su madre nunca fue agradable pero tampoco la consideraba capaz de algo más que berrinches y decepciones pero muy equivocado estaba Santiago.

Celia al borde de comerse las uñas de los nervios, sacó la cabeza fuera de la habitación y se topó con Santiago haciéndola sentirse aliviada.

—¿Qué sucede?—preguntó inmediatamente que él se acercó mientras jugaba con sus uñas.

—Ocuparás mi habitación, puedes quedarte ahí mientras organizo tus cosas —explicó Santiago con pesadez.

Celia apartó la mirada antes de decirle:—Puedo hacerlo.

—Te creería sino estuvieras embrazada, igual siempre has sido así de yo puedo, independencia personal — Santiago acentuó lo último.

Celia no pudo evitar sonreír. —No puedo creer que lo recuerdes — comentó.

—Y yo que guardes todo eso aún —dijo Santiago y se esfumó.

Celia confundida frunció el ceño pensando ¿a qué se refería?hasta que recordó que no había quitado nada de aquel mural de recuerdos que tenía en su departamento.

Un pecado que pagar  ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora