Capítulo 4: Parte 3

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El príncipe Archibald corrió por los pasillos en busca de Julie, y Lúa, en cambio, veía la espalda ancha y fuerte de su protegido. El príncipe no se inmutó a voltear para verla ningún segundo, pues hacía caso omiso a su presencia. En otros tiempos ella se habría sentido mal, de hecho, ese instante no era la excepción, ya que en el fondo de su ser astral sentía dolor por el rechazo; aun así, estaba casi acostumbrada, después de todo, no era la primera o segunda vez. En esa semana Archer le gritó, se alejó y le dedicó miradas de rencor. Al final, ella no se quejó ningún momento debido a lo ocurrido en el primer día.

Nuevamente la luna llena sonreía a Archibald, quien la observó en lo alto del cielo nocturno una vez salió de la Casa Anima. Él recorrió con su mirada el amplio jardín de la zona en busca de Julie y no tardó en encontrarla, hecha bolita bajo un árbol, cerca del pequeño bosque por donde pasaron hace un rato. A unos metros de ella se encontraba Julius disculpándose un sinfín de veces, en cambio, Archer caminó hacia la chica e ignoró completamente al espíritu pelirrojo.

—¡No, no, déjame calmarla yo! —imploró Julius.

—Ya hicieron suficiente —respondió a secas con mucho rencor hacia él—, ambos.

¿A qué se debía ese resentimiento? La respuesta era sencilla de descubrir, Lúa adivinó rápido los pensamientos de su protegido. Ella le había recordado momentos trágicos y de dolor en su intento de devolverle sus memorias del pasado, sin duda, no fue para nada agradable para el chico; ahora, Julius había cometido el mismo error y tenía a su pequeña pelirroja llorando en una esquina, quizás rememorando escenas trágicas de su vida actual o de la pasada.

Archer se sintió muy reflejado en Julie al mirarla sentada en el suelo y abrazando sus propias piernas, mientras escondía su rostro entre sus rodillas. En ese momento parecía una niña frágil, aunque durante la tarde demostró la valentía de una guerrera. Era un ser luchando contra sus propios tormentos, vulnerable ante las cicatrices de su pasado, tal como él. Con solo ojear la escena se vio a sí mismo, entonces, por ese reflejo teorizó que la chica vivió alguna tragedia; aunque le parezca una mujer insoportable y solo lo ha acusado de barbaridades desde su despertar en la enfermería, su lado sensible y bondadoso aclamaba alejar las penurias de la chica. Tal vez se debía por verse a sí mismo en el llanto ajeno y, de cierta forma, no soportaba esa sensación.

Julie, por su lado, escuchó lentos pasos acercarse a ella y eso la trajo de vuelta a la realidad. Al alzar la mirada notó al chico tan cerca y, a la vez, tan lejos. Sus manos estaban calientes y ligeras flamas escapaban de su cuerpo, fue allí cuando se percató de la posible explosión de su magia. Brincó hacia arriba y corrió lejos del muchacho, llena de pánico por el desastre venidero.

—¡Aléjate, te voy a quemar!

Archer suspiró.

—Necesitas calmarte.

—¡No, te haré daño, no controlo mi gema del alma!

Julie continuó dando pasos hacia atrás hasta ubicarse en la entrada del bosque, las llamas alrededor suyo empezaron a avivarse y a rodearla por completo en un remolino cada vez más intenso. Un grito se escapó de su boca y su cuerpo se acuclilló nuevamente para abrazarse a sí misma. Llevó sus manos a los lados de su cabeza y los sollozos se hicieron cada vez más audibles.

Archer sintió más punzadas de lástima por la chica, parecía un cachorro asustadizo o un pequeño dragón aterrado, pero en este caso, por no poder controlarse y destruir todo a su paso. La chica no hacía caso a sus intentos de tranquilizarla, ella estaba tan sumergida en sus pesadillas del pasado. Entonces, empezó a acercarse lentamente hacia ella, con cuidado, extendiendo su mano hacia su dirección como si le invitase a tomarla. El fuego no se impregnó en su piel, más bien, rodeó y esquivó su cuerpo, tal cual si lo respetase o él las moviera a su antojo. Cuando estuvo a cinco pasos de ella, finalmente, Julie alzó la mirada.

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