Como si fuera un hechizo, la vida de los anteriores Descendientes Eternos pasó frente a los ojos de Julie y Archibald, quienes a la vez se encontraban ensimismados en la obra realizándose sobre el escenario. Los jóvenes del pueblo plasmaron su historia entre danzas pintorescas, con poderes elementales funcionado como efectos especiales y la voz del Patriarca resonando junto a la melodía nostálgica. El fuego, el agua, las flores y el viento se mezclaban con los movimientos agraciados de los actores, creando la ambientación antigua de Ionix y embelleciendo las acciones de los personajes. Las expresiones de Lucy transmitían tristeza y amor puro, mientras Gary rebosaba de osadía y encanto con cada frase de Nathaniel pronunciada por sus labios. Aquel acto resultó magistral, incluso para el príncipe huérfano, a pesar de haberse deleitado con el arte de famosos del imperio.
La historia fue contada de principio a fin, y, a medida que transcurrían los hechos, los anillos de las gemas del Sol y la Luna ardían con intensidad en los dedos de sus portadores. Los adolescentes se vieron obligados a tapar el cristal con sus manos, mientras sus miradas se negaban a perderse los sucesos revelados frente a ellos; aun cuando a sus cabezas llegaban una serie de recuerdos y sentimientos, tal cual, si estuvieran reviviendo de lo más profundo de su ser. De pronto, un fulgor se escapó de las sortijas de los muchachos, siendo Julie la primera en fijarse en su índice tras escuchar a un pueblerino preguntar acerca del brillo.
—¿Qué es eso?
La jovencita contempló el destello unos segundos, antes de regresar su vista al final de la obra. Solandis y Nathaniel fallecieron, la narración acabó y una voz en su interior le rogó huir de la plaza. La humedad en sus luceros era notoria, sobre todo para Archibald, pues se encontraba a su lado y, al igual que ella, contenía sus fuertes emociones.
—¿Julie? —susurró, luego de verla alterada, olvidándose de ocultar su identidad.
—Señorita, su mano —señaló el hombre.
La pelirroja no paraba de respirar con dificultad y ver a los lados, en tanto, procesaba las verdades aclamadas a toda voz y las memorias volviendo a su alma.
«¡Mah!», «¡Traidora!», «¡Asesina!» vociferaban voces en su mente. En cambio, imágenes de muchachos, similares a Archer, llegaban sin previo aviso a sus recuerdos para verlos fallecer una y otra vez. Sus gritos de agonía hacían eco en sus oídos y sus ojos, clavados en ella, se cerraban tras pronunciar juramentos nostálgicos.
«Si tan solo tuviera otra oportunidad...», susurró una de las anteriores vidas del príncipe en su cabeza. Entonces, al alzar la vista, se encontró con los iris grisáceos del chico, tan brillosos a causa de las lágrimas a punto de desbordarse. En ese instante rememoró los sacrificios del joven, desde el ataque de los Chaos en la cabaña incendiada hasta las monstruosidades infantiles arañando su espalda masculina.
¿Cuántas veces se entregó a la muerte por ella? En todas esas ocasiones se preguntó cómo era capaz de dar su vida, pero, ahora conocía la razón detrás de sus acciones. Él cargaba la costumbre de padecer agonía por su culpa desde hace más de un milenio y si seguía a su lado temía llevarlo al mismo trágico final.
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Descendientes Eternos
FantasyHace mil años los descendientes del Sol y la Luna se amaron en secreto, sin imaginar la tragedia que eso traería; a pesar de todo, su romance perduró a través del tiempo en un juramento. Ahora han reencarnado, como Julie y Archer, con un solo propó...