Capítulo 22: Parte 1

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—Príncipe Archibald, ¿Está usted invitándome a una cita o solo desea apaciguar mi agobio?

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—Príncipe Archibald, ¿Está usted invitándome a una cita o solo desea apaciguar mi agobio?

—Ambas —Se acercó con pasos lentos sin desviar su mirada de ella, luego, con mucho cuidado agarró su mano y acercó sus labios al dorso.

Algo dentro del pecho de la pelirroja dio un fuerte brinco, ¿Cómo osaba a lanzar esos dulces ataques en su contra y dejarla vulnerable?

—Solo por esta noche, solecito, permite que la luna acerque nuestros corazones y se lleve nuestros secretos con ella —continuó él.

—Mi querida Luna...

El príncipe llevó la palma ajena hacia su torso para permitirle a la chica sentir su corazón acelerado, tal sensación resultó hipnotizante. Entonces, sin poder pronunciar todavía una palabra, su compañero volvió a hablar.

—Mírame a los ojos y dime que no lo sientes también: está confusión y el deseo de escapar un rato de nuestra realidad, de encontrar respuestas a nuestras dudas y resolver este enredo en el pecho.

Sus ojos irradiaban una sinceridad envidiable, era más honesto con sus sentimientos que ella. No cabía duda del lío creado en su cabeza desde el día anterior, cuando en la catedral escucharon más sobre sus vidas pasadas.

No paraba de preguntarse, ¿Cuánto quería a Archibald? ¿Lo amaba como si fuera su única familia o había algo más? Y, ¿Si la verdad era más aterradora de lo que pensaba? ¿Podría verlo a la cara sabiendo que, en dado caso, incumplió su acuerdo de no hacer realidad la profecía?

—Si me dices que no, lo entenderé —añadió el muchacho.

De repente, a los oídos de Julie llegó una tenue melodía proviniendo del interior de algún negocio cercano. Al bailar encontraba paz y sus pensamientos se ordenaban por sí solos.

Se trataba de una simple e inocente cita, ¿no? Sin ningún propósito de cruzar la línea prohibida, solo sería una noche en compañía del otro, mientras buscaban contestar sus interrogantes internas.

«Me es imposible rechazarlo», confesó para sí misma en sus adentros.

Sus dedos cercanos al tórax contrario buscaron entrelazarse con los del príncipe. Él correspondió al gesto casi de forma involuntaria. Entonces, las comisuras de la pelirroja se elevaron en una leve sonrisa.

—¿Te gustaría bailar conmigo? —preguntó la fémina en voz baja.

—¿En una taberna?

Ella asintió.

—Me honra tal invitación proviniendo de una gran bailarina.

—Solo un magnífico bailarín podría acompañarme.

—Me halagas, Julie Ross —Rio con timidez, después, bajó el agarre de sus manos, sin soltarse—. Sería tan feliz bailando contigo, solecito.

—Entonces, ¿Qué esperamos? —Caminó por la calle mientras jalaba al joven.

Descendientes EternosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora