Una civilización, reconocida por la nieve que cubría cada rincón y los edificios cristalinos en sus calles, sucumbía ante la penumbra y sed de sangre de criaturas despiadadas. Los Chaos se encargaron de cubrir el blanco pulcro del reino con líquido carmesí derramado de los habitantes, quienes perecían entre sus garras mientras soltaban suplicas y chillidos desgarradores. Al otro lado de la nación, cierto grupo de sobreviviente corría hacia el límite de la capital, donde las calles de piedra terminaban y empezaba el bosque.
—¡Corran! ¡Rápido! ¡Huyan! —vociferó cierto muchacho acercándose a gran velocidad al punto de reunión.
Nathaniel trotaba por las calles nevadas y protegía el escape de otro conjunto de inocentes. A él no le importó ver sus hebras blanquecinas despeinadas o su traje blanco chamuscado y roto en varias zonas, a pesar de que siempre se mostró bien vestido y con buena apariencia frente a la gente. En esa ocasión, por primera vez, los habitantes lo observaron destrozado y muy lejos a la imagen del «príncipe perfecto». Notaban en sus iris azules una ira y desesperación incomparable, aun así, no cometió ningún error al pelear contra los Chaos durante su carrera al comienzo del Bosque de las Estaciones.
Al cabo de varios minutos los protegidos por el chico lograron reunirse con los demás sobrevivientes y entonces, ante la cercanía, los súbditos percibieron la presencia de una persona peculiar. Atrás del muchacho apareció una mujer de cabellera similar al sol, ojos violáceos y con un vestido blanco con bordes dorados en las mangas y el cuello, además de una tiara con el dije de un sol cayendo sobre su frente.
Solandis, hija del gobernante del Imperio Sol, enemiga de Luna y la pareja del príncipe que los abandonó por su amor a ella.
—¡Alto ahí, traidor! —gritó alguien entre la multitud, mientras la dama y el joven detenían el paso.
De repente, en medio de las personas apareció un adulto de barba blanca, cabello plateado, usando un traje muy parecido al de Nathaniel y con una corona de oro posada sobre su melena enmarañada.
—¡¿Cómo te atreves a mostrarte aquí fingiendo ser un héroe cuando meses atrás le diste la espalda a tu reino? No solo eso, ¡Vienes acompañado de nuestro enemigo!
—¿Enemigo? ¿Traidor? —Nathaniel dio un paso hacia adelante— ¡El reino se cae y solo piensas en el odio y la rivalidad! ¡¿Es este el rey que debía seguir y volverme su sucesor?!
—¡Tú no perteneces aquí, no tienes voz ya! —El hombre sacudió las brazos como si estuviera ahuyentando a un animal.
Nathaniel no retrocedió y tampoco agachó la cabeza, incluso Solandis se mantuvo firme y con una mirada rebosante de seriedad.
—No vine a buscar tu aprobación, padre. Estoy aquí para proteger a mi reino del caos.
—¿Protegernos? ¡¿Después de debilitar a nuestros guardias con tu ejército de rebeldes?! ¡Si no te hubieras atrevido a nadar contra la corriente, tendríamos las fuerzas suficiente para pelear contra los Chaos!
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Descendientes Eternos
Viễn tưởngHace mil años los descendientes del Sol y la Luna se amaron en secreto, sin imaginar la tragedia que eso traería; a pesar de todo, su romance perduró a través del tiempo en un juramento. Ahora han reencarnado, como Julie y Archer, con un solo propó...