Capítulo 18: Parte 1

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A ambos descendientes no les importaba las condiciones climáticas o la ausencia de los rayos del sol reflejándose entre las ramas de los árboles; estrellaban sus armas de cristal mutuamente con fuerza, choque tras choque, escuchando los jadeos del...

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A ambos descendientes no les importaba las condiciones climáticas o la ausencia de los rayos del sol reflejándose entre las ramas de los árboles; estrellaban sus armas de cristal mutuamente con fuerza, choque tras choque, escuchando los jadeos del otro y siendo sus ropas sucias limpiadas por la lluvia.

Las manos del príncipe aflojaban el agarre de la espada de vez en cuando, entonces Julie realizaba un movimiento brusco para mantenerlo alerta. Allí él se daba cuenta que no podía bajar la guardia y, al notar el intento de ser clavado con el puñal, bloqueaba la hoja contraria con la propia. Luego, la muchacha reducía la distancia entre los dos, mientras sus mandobles formaban una X y luchaban por ser quien venza en fuerza. Tal cercanía de sus rostros y las ropas empapadas los envolvía en una atracción creciente, donde sus respiraciones entrecortadas y sus bocas abiertas avivaban una pequeña flama en su interior. Las tentaciones se intensificaban cuando alguien caía sobre el otro o lo jalaba hacia su cuerpo. Julie, para sorpresa de Archer, tenía unos labios rosados y aparentemente suaves. En cambio, los rizos del príncipe cayendo sobre su frente y los costados de su cara lo volvía más atractivo.

Su relación, sin duda alguna, había progresado desde el secuestro. Pasaron de despreciarse a mantener una plena confianza mutua, verse como fieles confidentes y leales compañeros. Se encontraban abandonados en media selva, sin la ayuda de sus guardianes y contando con ellos mismos para enfrentar las adversidades. Vivir juntos los convertía en amigos íntimos, posiblemente más de lo deseado y el terror de que se cumpla la profecía era una barrera impidiéndoles cruzar ciertos límites. Además, para ignorar ese magnetismo se enfocaban en sus entrenamientos diarios, cazar para comer, bañarse por turnos en un río cercano y desentrañar los misterios de la taberna; pues, los símbolos grabados en esta parecían tener un significado importante.

«Nunca pierdas de vista al enemigo»

«Debes estar preparado para defenderte»

«No siempre serán justos»

Aquellas eran una de las tantas reglas impuestas por los descendientes. Quizás, las menos complicadas de cumplir a diferencia de un par en especial: «Tus seres cercanos estarán en peligro» y «No confiar en nadie, excepto en nosotros mismos».

Aislarse de la sociedad resultó ser muy duro para ambos, pues añoraban sentir la comodidad, calor y alegría de antes, cuando desconocían la existencia de los anillos; aun así, no deseaban arriesgarse a ser traicionados o traer problemas a quienes se relacionen con ellos.

Entonces, una mañana eso cambió.

Durante esas semanas se volvió costumbre cambiar de refugio, ya que a menudo percibían la presencia de un Chaos. Tal vez algún aliado de Elías buscando capturarlos o una aberrante criatura acechando alguna presa en la selva. Sin importar el caso, ellos huían. Al principio se negaron en abandonar el templo y no descubrir la verdad oculta en las figuras grabadas en su roca, pero jamás permitirían vivir otra pesadilla. Pasaron de la taberna pedregosa a una cabaña abandonada, luego llegaron a una playa y allí encontraron una choza; por último, terminaron en un pequeño pueblo cerca de la costa.

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