Capítulo 10

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Archer era testigo del hermoso paisaje nocturno de su capital gracias a las ventanas de la enfermería, las cuales reflejaban las estrellas resplandeciendo desde lo alto del cielo

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Archer era testigo del hermoso paisaje nocturno de su capital gracias a las ventanas de la enfermería, las cuales reflejaban las estrellas resplandeciendo desde lo alto del cielo. Su belleza inigualable lo había dejado sin habla, pues, por primera vez, no le temía a la oscuridad. Por años se adaptó a encerrarse en su aposento antes de las ocho, esto por orden de su tío. Obviamente él no se quejaba de ello, ya que después de esa hora el emperador se dedicaba a llevar a sirvientas a su habitación y realizar actos desconocedores para él; sin embargo, las relaciones sexuales no era una de las posibles respuestas más confiables, pese a los gemidos de las señoritas, debido a los gruñidos del hombre asimilándose a una bestia.

Ahora no sentía esa incertidumbre de las atrocidades cometiéndose contra las damas de la servidumbre y, por ende, no se encontraba ansioso o aterrado. No estaba en el castillo y tampoco percibía una pesadez en el ambiente, solo paz y una extraña sensación de haber dejado una tarea sin concluir. Claro, después de todo, creía más sobre la leyenda de los Chiari's Guards e incluso se la pasó meditando sobre el asunto desde su despertar en la enfermería.

De pronto, a su lado escuchó unos quejidos femeninos y, al voltear hacia la camilla cerca suyo, observó a Julie recién despertándose. La pelirroja se sentó sobre el colchón con lentitud tras analizar el panorama oscuro y sin oír algún ruido.

—Despertaste, solecito.

Archer notó un sobresalto por parte de su compañera mientras volteaba con prisa a verlo, luego ella le dedicó una mirada de desaprobación.

—No me llames así, Elías usó ese apodo antes.

—¿En serio? Que coincidencia.

—¿Coincidencia? No te creo.

—Lo dije porque eres...

—¿Radiante? —añadió con picardía.

—La hija del sol —le corrigió.

Ambos rieron en voz baja, en tanto, se veían en silencio sin dedicarse otra palabra.

Archer pensó: «Seguro querrá hablar de lo sucedido», pero, ¿Cómo iniciar la conversación? Escucharon tantas verdades por parte de un Chaos, mientras sus dos guardianes intentaron evitarlo y, para peor, ninguno de los espíritus se encontraba en la enfermería. Entonces, como si tales pensamientos invocaran a Lúa y Julius, ambos cruzaron la puerta volando y se acercaron con prisa hacia ellos.

Los dos levitaron alrededor del par de adolescentes, como si estuvieran analizando cada centímetro de sus cuerpos en busca de alguna herida preocupante. El pelirrojo se limitó a decir: «despertarse al fin», en cambio, Lúa habló sin parar y sin pausar un solo segundo.

—¡Basta, basta! —se quejó Archer— Me estás asfixiando.

—¿Asfixiando? ¡Oh no, llamen a una enfermera!

—¡Lúa!

—¡Ay, solo estoy preocupada!

Sin darse cuenta, ella le había dado al príncipe vía libre para confesar su molestia por el secreto guardado con tanto esmero.

Descendientes EternosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora