Hace mil años los descendientes del Sol y la Luna se amaron en secreto, sin imaginar la tragedia que eso traería; a pesar de todo, su romance perduró a través del tiempo en un juramento.
Ahora han reencarnado, como Julie y Archer, con un solo propó...
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Una oscuridad lo había rodeado, lo supo cuando el portal a Penumbrius se abrió. Él, Archibald Reinhardt, no era como los demás Soul-Mages.
No se trataba de ser el Hijo de la Luna o el descendiente de Ezius, era algo más macabro, incomprensible, pero, a la vez tenía sentido. Poseía una conexión única con los Chaos y quizás esa era la razón de tantas desgracias en su vida.
Se empezó a preguntar cuántas veces tuvo la sospecha de aquello y se negó a hacer de frente a la verdad. Ahí recordó sus pensamientos al estar prisionero en el Volcán Cavedra, recostado, casi inconsciente sobre la roca gélida y divagando sobre todos los desastre de los que fue testigo. En ese momento se sintió un ser extraño en el mundo y el mal reencarnado en persona.
Al rememorar ese sentimiento de pesadumbre y terror hacia sí mismo, la oscuridad rodeándolo creció.
—¡Levántate! —ordenó una mujer cubierta de vendas negras, tras alzarle la cabeza al jalar su cabello.
De repente, se encontraba suspendido entre las pinzas de la máquina y sintiendo como le extraían algo tan aferrado a su interior. El ardor carcomía cada parte de su cuerpo y la voz se le perdía entre gritos de agonía; pues, tal tortura era comparable a la mismísima muerte. Claro, después de todo, había saludado al más allá varias veces, pero, el manto del descanso eterno se negaba a arroparlo.
Él se agitaba en el aire, mientras rogaba que algo o alguien acabe con su dolor. Quizás Julie, si tan solo estuviera allí. Entonces, se dio cuenta que sus deseos no eran tan descabellados al oír al adorable solecito llamarlo con fuerza.
«¡Archibald! ¡Archibald!», lo nombró una y otra vez con desesperación. Ella estaba cerca de un final desgarrador, lo notó en sus gritos. Por eso anhelada ser rescatada por él de nuevo, como siempre lo ha hecho; sin embargo, dada su situación le era imposible acudir a su auxilio. Comenzó a perder el aliento y el corazón se le estrujó, pero, pese a la intensa tristeza era incapaz de huir de esa tortura y el experimento estaba siendo exitoso gracias a sus intensas emociones; aun así, no iba a irse dejando a su solecito a la merced de los enemigos.
—¡Julie, no me dejes! ¡Por favor, ven rápido!
El calor se estaba apoderando de su alma y salía por el tubo de la máquina en forma de un líquido azulado. Empezó a rememorar los momentos más tristes de su vida, desde el perecimiento de su familia hasta la perdida de las personas que fue incapaz de salvar. Muy pronto Julie formaría parte de esa lista. Los Chaos verían sus ojos preciosos oscurecerse y ella soltaría un último suspiro, mientras se preguntaba por qué no fue a socorrerla.
No, no quería ser el causante de la muerte de otro ser querido suyo.
No más.
—¡Auxilio, por favor, alguien venga a rescatarme! ¡Julie, por favor, ven! —rogó— Ya no quiero sufrir más...
Así, acabó la agonía. La pelirroja hizo acto de aparición en la entrada de la caverna, dedicándole una sonrisa tierna como siempre.
Sí, si ella estaba a su lado, no importaba el dolor o la oscuridad, pues, ella vendría a sostenerlo cuando estuviera a punto de caer, tal como él lo haría también.