Hace mil años los descendientes del Sol y la Luna se amaron en secreto, sin imaginar la tragedia que eso traería; a pesar de todo, su romance perduró a través del tiempo en un juramento.
Ahora han reencarnado, como Julie y Archer, con un solo propó...
Advertencia: Este capítulo contiene una escena quizás no apta para personas sensibles o que no buscan ver escenas de violencia en este libro. Aclaro que el propósito de este capítulo no es incentivar dichas acciones ni apoyarlas. Si no deseas leer dichas escenas te recomiendo saltarte el capítulo desde que veas el símbolo "⚠" hasta el párrafo siguiente después de ver el mismo símbol por segunda vez. Ahora sí, disfruten el capítulo <3
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«Si he de perecer por mi crimen, prefiero hacerlo en tus labios»
Aquel acto anhelado por dos almas reencarnadas resultó ser un beso de la perdición, pues se llevaría consigo la vida pacífica de unos adolescentes inexpertos e ignorantes de la vida cruel afuera de sus hogares. Archer, apegado al rostro de su amada Julie, se separó para dar un respiro; mas, al hacerlo, ella le dedicó una última sonrisa antes de caer sobre sus brazos. Ahí Archibald se dio cuenta de lo que vendría, tal cual, si aquella situación ya la hubiera vivido antes. Quizás, porque así fue. Julie, antes sonriente y tímida, empezó a soltar sus últimos suspiros frente a sus ojos, con una lentitud comparable al paso de mil años eternos; pero, para el joven hijo de la luna no sería su primera vez viendo morir a su amada.
Claro, después de todo, estaban destinados a experimentar un romance trágico en cada una de sus vidas.
De pronto, ya no se encontraban en el parque de Puerto Mer, ya que los verdes pastos y las altas edificaciones se transformaron en árboles frondosos y el suelo rocoso de un acantilado con vista hacia una cascada. El príncipe, tras parpadear fuerte en un intento de apaciguar sus lágrimas, se encontró con su propia imagen descansando entre sus brazos. Se observó a sí mismo agonizar y temblar del dolor, a causa de una lanza atravesada en su cuerpo. Viéndose fijamente, derramando lágrimas y perdiendo las fuerzas a cada segundo, sentía como si el sufrimiento estuviera contagiándose en su ser. Luego, aterrado, cerró sus ojos de nuevo y al reabrirlos él se había apoderado de la visión de su «otro yo», mientras a unos metros sobre él se encontraba Kira llorando descontroladamente.
Ella pronunciaba unas palabras inentendibles para el muchacho; sin embargo, al rato sus frases comenzaron a distorsionarse hasta escucharse en su mismo idioma.
—No, por favor, no te vayas Mah ¡Quédate conmigo! ¡Me prometiste una vida juntos! ¡Mah! ¡Por favor!
El líder de la tribu Luna alzó su mano hacia el rostro de su pareja, aunque, tardó más de lo normal debido a la pesadez en su cuerpo; aun así, logró acariciar su rostro suave y húmedo para darse tiempo de pensar en su despedida.
«Lo siento, Kira», se disculpaba por dentro, «Lo siento por no cumplir nuestra promesa»
Juntos habían soñado en escapar de las obligaciones de liderar sus tribus y convertirse en enemigos destinados a acabar con la vida del otro, ya sea huyendo hacia una montaña o un valle. Los dos buscarían un nuevo hogar y usarían sus propias habilidades para sobrevivir. Kira era experta en la recolecta de frutos y fabricación de trampas, mientras él destacaba cazando con su lanza. Quizás conseguirían piel de animales para crear una tienda y cultivarían un huerto cerca; además, si vivían a metros de un río no se preocuparía más por el agua. También, en sus tribus había candidatos aptos para heredar el título de líderes y seguro podrían desempeñar mejor sus deberes a diferencia de ellos; aunque, en parte sentían que fallaban a su gente al abandonarlos sin despedirse siquiera. A él, sobre todo, le preocupaba Lúa por dejarla atrás con el corazón roto. Ella era su mejor amiga y prometida. Lo amaba, lo tenía muy en claro desde hace un tiempo y por años lo apoyó cuando la presión del deber era tanta para sus hombros. Incluso le brindó ideas para sacar adelante a su gente en tiempos de escasez y caos. No obstante, a pesar de destacar como acompañante del futuro jefe de Luna y amarlo incondicionalmente, ella no era la mujer con la que deseaba pasar el resto de sus años. Engañarla por toda la vida le resultaba casi tan cruel como abandonarla con el corazón roto.