Cuando los Descendientes Eternos llegaron a la catedral, después de su charla sobre el sueño y sus anteriores vidas, estaban todavía impactados por la posible traición de Lúa. La hija del sol no paraba de preguntarse si su espíritu, Julius, era un traidor también. Él y la guardiana del príncipe eran muy cercanos, se amaban, y, cuando lo conoció parecía desesperado por contarle muchas cosas sobre su pasado.
¿Qué tal si le escondió una gran verdad desde esa vez? Ella no logró procesar los recuerdos, de hace mil años, transferidos a su mente; debido a eso, le ocultó la profecía y que fueron los culpables de la caída de Ionix. No sería sorprendente si se guardó información por su bien.
«No, Julius no me guardaría secretos»
La chica se encontraba ensimismada en sus propios pensamientos, que, apenas notó al adolescente frenar de golpe en su caminata. Su frente se chocó con la espalda ajena.
—¡Ay! ¡¿Por qué te detienes? —comentó acariciándose su cabeza.
Estaban parados frente al podio del salón principal del templo, allí se realizaban las sesiones sobre la religión de luna. Ellos ya escucharon una de las charlas del Patriarca el día anterior, aunque, asistió por insistencia del Archer; pues, deseaba descubrir si una parte de su gema yacía en el gigantesco monumento del Dios Espiritual.
—El cristal —contestó el príncipe.
—¿Ah? —cuestionó la escarlata confundida.
Ahí estaba, se percibía con claridad su presencia.
Los iris grises de Archibald vislumbraron un destello en plena oscuridad. Su vista se encontraba fija en los ojos de la enorme estatua de Ezius. El hombre de piedra mostraba sus palmas hacia los espectadores, con una estrella tallada en cada mano; por otro lado, una túnica lo cubría por completo, además de su capucha ocultando su cabellera larga, misma que caía sobre sus hombros.
—Tu antecesor luce... —comentó la señorita.
—¿Poderoso? —Volteó a verla y soltó una leve risa— Muy alejado de mí.
—¡Por favor! Eres experto manipulando varios elementos y me has protegido muchas veces, sin ti no sé que sería de mí ahora.
Archer enterneció ante dicha confesión. Luego, llevó su mano derecha a las hebras rojizas de su amiga y las revolvió en un gesto afectivo.
—Gracias, solecito, pero, tú eres más fuerte de lo que te imaginas. Nunca necesitaste de mi protección.
—¿Lo crees? —preguntó en voz baja, con el sonrojo golpeando en sus mejillas. Era el primer chico que reconocía su fortaleza.
Él asintió. No añadió ninguna frase más, su expresión demostraba todo su orgullo y la sinceridad de sus palabras. Después de unos segundos, regresó la vista hacia la escultura aferrada en la pared, con un enorme ventanal circular sobre la cabeza de Ezius. La luz lunar se reflejaba en el vidrio e iluminaba el área donde los descendientes se encontraban parados.
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Descendientes Eternos
FantasyHace mil años los descendientes del Sol y la Luna se amaron en secreto, sin imaginar la tragedia que eso traería; a pesar de todo, su romance perduró a través del tiempo en un juramento. Ahora han reencarnado, como Julie y Archer, con un solo propó...