—Fuimos engañados desde el inicio —agregó al insonoro ambiente—, pero, ¿Para qué?
La jovencita no supo cómo responder a su interrogante, sus lágrimas volvieron a aparecer y se vio obligada a cubrirse el rostro con sus manos. Las mangas de su caperuza sirvieron para secar su rostro, aunque, el llanto no cesaría con facilidad esta vez. Por lo menos, así parecía hasta que el corazón del príncipe se ablandó por ella. De cierta forma le recordaba a él, sintiéndose culpable de sus múltiples errores y de toda la sangre manchada en sus manos. Juntos compartían muchas similitudes, causaban daño a donde fueran, sin importar si se esforzaban demasiado en hacer bien las cosas; pues, al final, todo terminaba en muerte y desastres.
—Es mi culpa —susurró Archer para sí mismo—. Fui muy ingenuo, siempre lo fui y me negué a escuchar a los demás.
Su mano se dirigió a los rizos blanquecinos de la muchacha y acarició las hebras con mucha suavidad. Al inicio dudó en cada movimiento, mas, con el pasar de los segundos la fémina apoyó su cabeza en el pecho masculino y él continuó con los gestos para consolarla. Tal vez, quien necesitaba también de alivio y confort era él, ¿cómo podría estar tranquilo luego de enterarse de que la pelirroja siempre tuvo la razón? En cambio, ahora, por no hacer caso a sus advertencias, ella falleció por su pasión descontrolada y su terquedad.
«Julie», pensó, en tanto, rememoraba su hermosa sonrisa, su gracia al bailar con tanta energía y ese magnetismo que sentía cuando la miraba fijamente a sus ojos. Ella poseía bellos iris azules, tan radiantes como un par de zafiros tallados por manos divinas. Cuando ella lo observaba sentía su inocencia y ternura, esa aura de ser una jovencita sin deseos de conseguir algo a cambio más allá de un agradecimiento y ser útil. Siempre buscó la forma de armarse de valor y volverse fuerte a su manera, incluso con los traumas de su pasado persiguiéndola cada día.
De pronto, empezó a preguntarse cuán difícil debió ser para ella vivir en Sunsubiro después de provocar el incendio en esa cabaña. No le cabía duda lo complicado que le resultó lidiar con las miradas juzgadoras de las demás personas. La sociedad no estaba lista para entender a las víctimas de los deseos depravados de monstruos disfrazados de humanos. Solo tenía diez años, una dulce e ingenua chiquilla visitando a su mejor amiga para jugar.
Archer se imaginó estando en el cuerpo infantil de su solecito. Sintió su horror y confusión al observar a un adulto intentando obligar a su compañera a realizar actos impuros. Sí, solo comprendía que algo estaba mal ahí. Entonces, todo se cubrió de fuego, incluyendo el hombre. Así, una tarde de juegos entre dos pequeñas terminó convirtiéndose una pesadilla; pero, ante el resto de habitantes de Sunsubiro, Julie era un arma de doble filo, la chiquilla capaz de incinerar a cualquier sujeto, un peligro andante. Mudarse a Ravenham significó un nuevo inicio para ella, mas, al conocerlo su vida empeoró todavía más.
Él la besó y sentenció su vida.
Él la besó, a pesar de saber de la profecía.
Él la besó y se enamoró de ella, pero, no pudo salvarla de las garras de la muerte.
Archibald, al recordar el rostro de su amada apagándose entre sus brazos, comenzó a llorar. Distraer su mente enfocándose en Angeline y su traición ya no servía. Julie murió, no fue un simple sueño, no era imaginación suya.
Ella estaba muerta por su culpa.
Su respiración estaba agitándose y cortándose por ratos, tal cual, si el simple hecho de seguir sano e intacto de heridas fuera un martirio para él. Tal vez, así era. Él debió morir y no su solecito; sin embargo, por alguna razón, era invulnerable a la corrupción de los Chaos, una esencia maligna para cualquier humano común
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Descendientes Eternos
FantasyHace mil años los descendientes del Sol y la Luna se amaron en secreto, sin imaginar la tragedia que eso traería; a pesar de todo, su romance perduró a través del tiempo en un juramento. Ahora han reencarnado, como Julie y Archer, con un solo propó...