Capítulo 2: Parte 2

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El joven dio una pisada hacia adelante con su pie derecho, firme y fuerte, llevó sus brazos hacia el lado contrario, en tanto, su cuerpo se inclinó levemente. De un segundo a otro extendió su mano derecha al frente, seguido de una pisada del otro pie junto a su zurda. Dos picos filosos de vidrio salieron de sus palmas.

«Un Soul-Mage diamante», pensó Julie mientras lo contemplaba con asombro.

La bestia fue empujada por las creaciones mágicas hacia el fondo de la pared, sin embargo, en su viaje por el aire alcanzó agarrar a la pelirroja. Ella chilló horrorizada, una maleta cayó lejos, pero la otra aún la sostenía; con ese mismo equipaje dio repetidos golpes, el monstruo rugió furioso y exasperado, en tanto, sus garras luchaban por aferrarse otra vez a la piel de la chica. Julie optó por arrastrarse hacia el otro lado cuando pudo dejarlo aturdido, sumamente aterrada y con su corazón palpitando con mucha rapidez; lo que antes usó como arma ahora estaba descansando a unos metros de su enemigo, abierto totalmente y mostrando su contenido interno.

A su lado pasó el muchacho con sus cristalinos brazos, creó más golpes con su magia, directo hacia la criatura.

—¡Corre!

Habría hecho caso a esa orden sin pensar, pero estaba tan asustada que apenas podía estar consciente. El chico hizo más movimientos para lanzar otros ataques de cristal, parecía como si estuviera danzando y peleando al mismo tiempo. Él daba patadas y giraba diagonalmente en la dirección de esa misma pierna, creando pequeñas olas de trozos de vidrio yendo hacia la bestia, mientras este daba brincos de un lado a otro como animal.

Julie estaba inerte contemplando la pelea, al menos así fue hasta ver al joven ir contra una pared, por las garras del monstruo, pues, de repente, el ser saltó hacia él. Ella contuvo un sollozo del horror, su salvador ahora estaba atrapado por el enemigo y no podía hacer algo. El chico llevó sus manos al brazo que lo retenía y, si no vio mal Julie, pareció haberlo congelado.

«¿Un Zafiro? Creí que era un Mage Diamante».

Él se zafó del agarre y se movió a un lado para guardar distancia, sin embargo, la criatura se recompuso rápido y entre gruñidos de dolor se fue acercando. Entonces, finalmente pronunció frases entendibles para los dos jóvenes.

—Lo sabía, eres un Descendiente Eterno, el hijo de la Luna.

«Hijo de la Luna», resonó en la mente del joven el recuerdo de aquella voz al momento de ver el anillo en la biblioteca.

El príncipe Archibald, quien escapó del castillo a escondidas por asuntos personales con esa sortija, pasó de estar en una plaza a un barrio bajo por "accidente"; había una razón para todo ello, pero, fue en medio de esa huida cuando escuchó los gritos de socorro de una pelirroja, la misma chica que contempló en la Fiesta de las Rosas.

Por instinto corrió en su auxilio, ahora se encontraba en peligro, quizás moriría en ese mismo instante si hacía un movimiento erróneo, ¿Por qué simplemente no ignoró la voz de la muchacha? Ahora se arrepentía de eso.

—No creo en esa leyenda de los Descendientes Eternos —respondió Archibald.

Julie, por su lado, se encontraba petrificada, ¿Cómo salir de ese estado de horror y apoyar a quien apareció para salvarla? Tenía bien en claro que debía hacer algo, pero no sabía cómo, «Piensa Julie, piensa».

Entonces su mente se transportó al pasado, cuando solo era una niña de ocho años llorando cerca de un riachuelo del bosque de Sunsubiro. Estaba sentada en un tronco, con sus manos cubriendo sus ojitos azules. De pronto, escuchó las pisadas de alguien y supo de inmediato quién era.

«Tengo miedo», pronunció la niña entre el llanto.

«Julie, es normal tener miedo», respondió su padre en los recuerdos, «Sin embargo, en los momentos de mayor peligro el miedo será tu mayor enemigo. No permitas que las emociones te controlen, usa esa intensidad a tu favor y avanza hacia tu objetivo».

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