—¡Solandis, has traicionado a tu familia y al imperio entero!
La ira de un padre tras ver a su hija ir en contra de los ideales que trató de inculcarle era aterradora. La princesa había sido llamada por el emperador a la sala del trono, donde su hermano menor, Julius Pyrrhus, la esperaba junto al gobernante. Los dos, parados en medio del salón, la veían con decepción y coraje.
¿Por qué? ¿Cuál era la razón de tal acusación? ¿Ya sabía todo?
—Padre —murmuró la señorita en voz baja—, explícate, por favor.
—¡No actúes frágil y confundida! ¡Sé que has estado viendo al príncipe de Luna!
Los ojos violáceos de la muchacha observaron el rostro del hombre enrojecido por la cólera; incluso su cabellera carmesí, semejante al mismísimo fuego, daba la impresión de que se prendería en llamas en cualquier rato. Los iris azules del adulto estaban clavados en ella y analizaban cada una de sus expresiones de asombro y terror. Entonces, recordó su regla de oro: «No agaches la cabeza ante nadie al defender tus ideales»; por ende, alzó la barbilla y dio una pisada firme hacia adelante.
—Así es, padre. Estoy enamorada de Nathaniel Ainsworth, el hijo de tu enemigo.
Las cejas rubí del mayor se tensaron más.
—¡¿Cómo te atreves a decirlo con tanto orgullo?! ¡No mereces mi apellido, no mereces la corona, no mereces a Solaria!
—Eso ya no importa, pues, en unos meses me volveré al nueva Emperatriz de Sol y acabaré con esta guerra junto a Nathaniel.
—¡Jamás!
El gobernante desenvainó una espada escondida en el cinturón del traje dorado de gala y apuntó el filo a la princesa. Tanto la dama como el otro sucesor ahogaron un grito. Solandis no retrocedió, pero Julius si dio unos pasos al frente para detener al hombre.
—¡Padre, no! ¡Es tu hija!
—¡¿Mi hija?! ¡Ya no es mi hija y jamás volverá a serlo si planea destruir al imperio con sus ideas alocadas!
—¡Matarla no es la solución! —Caminó y se colocó entre la espada y la señorita— No te permitiré hacerlo.
—¿La proteges luego de haber provocado esto?
Solandis observó con asombro al adulto y después a su hermano.
—¿Julius?
El joven no volteó a verla.
—¿A qué se refiere, Julius? —Hizo una pausa para meditarlo y al cabo de unos segundos meneó la cabeza— No... No me digas que tú... ¿Desde cuándo lo sabías? No... ¡¿Por qué lo hiciste?! ¡¿Por qué se lo dijiste en vez de hablar conmigo primero?!
A pesar de las múltiples interrogantes de la princesa, el varón no respondió. Mantuvo su mirada fija en el emperador, mismo que alejó el arma y la regresó al cinturón tras apartar la capa dorada cayendo sobre su hombro.
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Descendientes Eternos
FantasyHace mil años los descendientes del Sol y la Luna se amaron en secreto, sin imaginar la tragedia que eso traería; a pesar de todo, su romance perduró a través del tiempo en un juramento. Ahora han reencarnado, como Julie y Archer, con un solo propó...