La bomba que guardaba uno de los secretos más oscuros de Celeste, al fin estalló, formando caos y salpicando a todo inocente o culpable. El tiempo se acabó, al igual que las reservas y la compasión.
Caín lucha por olvidar a la mujer que lo desestabi...
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Laberintos y fuentes
Sigo concentrada en mirar los ojos grises que tengo frente a mi, es de mi altura, aunque con esos tacones, debe ser un poco más pequeña. Su expresión es sería, como de alguien que no tiene la más mínima intensión, de agradar.
—Mucho gusto, Celeste Adams —respondo estrechando su mano.
—Ya me sabía tu nombre —suelta mi mano, y me muestra una sonrisa, que se me antoja que es bastante hipócrita— me alegra conocerte al fin.
—Al parecer todo el mundo me conoce últimamente —digo con sarcasmo.
—Eres famosa, la asesina de su mejor amiga, tienes que serlo —aprieto mis puños, y sonrío de lado.
«¡Hija de perra!»
—Caín, Abel, están muy crecidos y guapos —dice, como si de pronto recordara que ellos existen— me alegra tanto verlos.
—¿Tú qué haces aquí? —le pregunta Caín.
—Vine a visitar a mi familia, y a mis hermanitos.
—No somos unos niños, como para que nos digas así —dice Abel.
—Ya veo que están muy altaneros.
—No te debemos respeto, así que no vengas a imponerlo —contesta Caín, y pasa por su lado, seguido de Abel, alejándose de todos.
Las gemelas me saludan con un beso en la mejilla, y yo simplemente me despide deseando una feliz velada, y me alejo de todos, dejando que Nicholas hable con la familia Patterson.
Me acerco a uno de los camareros que reparten copas de vino, y lo halo de la corbata, acercándolo a mi.
—Consigueme un vaso de whisky doble —le digo.
—Lo siento señorita, sólo contamos con vino, champagna, y cócteles refinados
—No le interesa, quiero whisky y que sea ahora, soy la anfitriona de ésta fiesta, y tienes que conseguirme lo que yo quiera.
Asiente, y se marcha. Respiro hondo, y me quedo parada lo más alejada que puedo de los demás. No puede ser que la gente tenga tanto poder sobre mi, con sólo mencionar lo que sucedió con April, y que tampoco tengan el poder, de hacerme molestar con sólo unas palabras.
El chico trae el vaso de Whisky doble, y me lo tomo como si fuera agua, se lo vuelvo a entregar, ordenando que me traiga otro. Miro al frente, donde se posiciona Nicholas, y me hace una seña con su mano para que me acerque. Lo hago de mala gana, y él rodea mi cintura con su brazo, pegándome a él.
—Ya estando la gran mayoría, los invito a todos a pasar al comedor, para que cenemos, y luego continuemos con la velada.
Las personas caminan en fila con sus parejas, dirigiéndose a la puerta que abren los camareros. Al entrar, me encuentro como un candelabro enorme, que me hace recordar al del salón de la bella y la bestia. El suelo es de un color marfil, y es tan brillante que puedo ver mi reflejo en el.