La bomba que guardaba uno de los secretos más oscuros de Celeste, al fin estalló, formando caos y salpicando a todo inocente o culpable. El tiempo se acabó, al igual que las reservas y la compasión.
Caín lucha por olvidar a la mujer que lo desestabi...
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Mal presentimiento
—
¡Por su culpa me violaron! —repite por quinta vez Sophia.
Escupo la sangre que tenía en mi boca, después de recibir otro golpe de uno de sus hombres.
—¡Yo no quería hacerlo! —digo, imitando su voz con sarcasmo, mientras le muestro una sonrisa con los dientes llenos de sangre.
Siento un golpe en el estomago, el cual me saca el aire, pero ni aún así le bajo la cabeza, a la rubia que me mira con odio puro.
—Me muero por ver cuando te estén matando a tí y al maldito de Caín —me dice.
—Mi vida, te quedarás con las ganas, Caín no me va a venir a buscar —le digo burlon— está muy ocupado de luna de miel.
—No lo creo —responde.
Lanza un periodico a mis pies, donde puedo leer las palabras en negritas y mayusculas.
¡El hijo mayor de la familia de abogados Smith, ha sido secuestrado el día de ayer!
Y una fotografía de Adrién en primera plana. Frunzo el seño, y vuelvo a mirar a Sophia.
—¿También lo secuestraste? Definitivamente no tenías nada que hacer —le digo.
—Desafortunadamente no, no fui yo quién lo secuestró —responde— pero me gustaría encontrar al responsable para estrechar su mano.
—Pues entonces, reitero lo que te dije antes, Caín no me vendrá a buscar, sé concentrará únicamente en Adrién —respondo— sí querías llamar su atención, hubieras secuestrado a otra persona.
—¡De todas formas ambos pagaran, lo que me hicieron fue culpa de ustedes!
—¡Ay por favor, eres una maldita hipócrita! —le grito— nadie te violo querida, tú decidiste qué fuera así.
—¡Yo no quería!
—Pero tampoco te negaste, y mucho menos te pusieron una pistola en la cabeza —escupo a un lado, la sangre que aun tengo en la boca— deja de hacerte la mártir, no eres ninguna víctima, madura de una buena vez.
Entierra su tacón en mi pie, y a pesar de qué tengo zapatos puestos, igual duele en sobremanera. Me aguanto el grito, apretando la mandíbula, y mirandola burlón.
—Pronto se te va a acabar esa actitud que tienes —se aleja, para tomar otro periódico de la mesa, y lanzarlo a mis pies— supongo que esa actitud era lo que más odiaba la rubia de ojos azules, qué pena que la mataron, con todo y tu hijo.
De inmediato mi humor cambia, y paso de estar riendome de su rostro, a tener un humor sombrío, y recordar ese Maldito dia, qué encontramos a April colgada del cuello con una soga, en su cocina.
