CAPÍTULO 24 La verdad (a medias) sobre Tobyas Regan

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Perdí la cordura.

—¿Quién cojones eres?—bramé, descompuesta, mis mejillas hervían por la efervescente ira—.  Y más te vale explicar bien las cosas, Tobyas, porque juro que te rajo.

El pelinegro me observó con evidente desconcierto

—Rough...—titubeó—, por favor, no armes un escándalo aquí.

Apreté los puños.

—Por favor, subamos a mi habitación.

Intentó sujetarme el hombro, pero lo aparté con un manotazo.

—¿Quién eres? —Me fue imposible controlar el volumen de mi voz.

Él oteó el vacío recibidor.

—Aquí no —reiteró.

—Tobyas Regan no existe.

—Rough… —advirtió.

Antes de que tuviera la oportunidad de retroceder, se inclinó, me agarró por la cadera, me levantó y me arrojó sobre su hombro.

—¡Suéltame! —chillé, con la cabeza colgando.

El pelinegro sujetó mi cuerpo y comenzó a subir la escalera. Forcejeé, golpeé su espalda, pero nada lo hizo soltarme. Pataleé en vano, grité como loca, pero la mansión parecía desierta. Empujó la puerta de su habitación y me bajó.

—Tienes que calmarte, Rough —murmuró en un hilo de voz.

—¡Y una mierda!

Tobyas juntó mis muñecas al frente de su pecho y me hizo retroceder hasta que mis piernas chocaron con el borde de la cama. Me sentó, luego se acuclilló frente a mí.

Comencé a vociferar incoherencias y a tirar de mis brazos. Cuando me vi sin salida, subí la pierna con toda intensión de arremeter mi rodilla contra su cara. Tobyas —quien parecía tener los reflejos de Kyle Trager—, malogró mi plan al juntar mis muslos con su mano libre.

—Necesito que te calmes.

No lo escuché.

El pelinegro, desprovisto de alguna forma con la cual apaciguarme, me cubrió con su cuerpo. Me acorraló entre él y el colchón, sin dejar caer su peso, cerró mis piernas con las suyas y sostuvo mis manos a la altura de mi cabeza.

—Escúchame —pidió en voz baja—, no sabes con quien estás viviendo. Lo que menos necesitas es llamar la atención. Por favor, Rough, haz silencio y te lo explicaré todo.

Contra todo pronóstico, me quedé tranquila.

—Necesito que confíes en mí, Rough. Sé que es difícil, pero debes hacerlo. —Se levantó y retrocedió con cautela, como si estuviera preparado para callarme si fuera preciso—. Tarde o temprano este momento llegaría, sabía que notarías las cosas.

—O sea, ¿estabas jugando a las pistas de Blue conmigo?

—No, Rough. Las cosas son más complicadas de lo que parecen.

—¿Quién eres? —reiteré.

Tobyas respiró hondo.

—¿Recuerdas la otra noche en la escalera?

—Por supuesto, ¡cómo olvidarlo! Me llamaste zorra, pedazo de imbécil.

—Lamento eso, no tenía opción. Joshua tenía los ojos puestos en mí y Loryn me llamó para preguntarme sobre mi relación contigo. Tenía que quitarme la diana de la frente.

—Sigues sin responder a mis preguntas, Tobyas, o como sea que te llames en realidad.

Él ladeó una casi imperceptible sonrisa.

El ÁSPERO SUEÑO de ROUGH KIMDonde viven las historias. Descúbrelo ahora