Otra vez me abordó el mal presentimiento de que alguien me seguía.
Bajé el volumen de mis auriculares y apresuré el paso.
La calle estaba vacía. No porque una tormenta se acercara, sino porque ya nadie transitaba por la vía a Marble Anne, la desvencijada mansión de la colina y, por desgracia, mi hogar.
No miré atrás. Hacerlo solo incrementaría mi paranoia y ya tenía suficiente con mi temor a las tormentas. Respiré hondo, luego traté de caminar aún más rápido. A lo lejos ya podía verse la ventana clausurada del ático, rodeaba por las copas de los árboles del campo.
De improviso, la cegadora luz de un relámpago me deslumbró. El nítido trueno reverberó en mi pecho, sacándome un agudo chillido, y la sangre se me heló.
No pude aguantarlo más. Eché a correr.
La falta de deporte me pasaría factura al otro día, pero ya me daba igual.
El alma me volvió al cuerpo cuando empujé los oxidados portones de metal y vi la mansión al final del camino. Jamás había estado tan feliz de estar en Marble Anne. Atravesé a la carrera el camino flanqueado por pinos y busqué en mis bolsillos hasta encontrar la llave.
—¡Al fin llegas!—gruñó Marshall, el mayordomo, desde el rellano de la escalera—. Me tenías preocupado. Va a caer un torrencial. ¿Te encuentras bien, niña?
Asentí en respuesta, sin energía para hablar.
—Rough… —comenzó a decir.
Me asusté.
A pesar de que se lo había pedido hasta la saciedad, él rara vez me tuteaba. Me llamaba «señorita» o «niña» y solo usaba mi nombre en ocasiones especiales como regañarme.
—¿Volviste a faltar a tu cita con el terapeuta?
Forcé una sonrisa y encogí los hombros. Marshall entrecerró los ojos con cierto reproche.
—Rough.
—Lo siento.Conseguí un empleo en el billar y… —Resoplé—. Sabes que necesito trabajar.
—Ya tienes tres trabajos, Rough. Otro más acabará contigo. No puedo seguir cubriéndote con la señora Luken —informó, cauteloso por mi reacción ante la mención de mi tutora legal.
—Es solo por el verano. —Encontrar excusas era uno de mis tantos dones. ¿Los otros?: hacer el vago e imaginar escenarios que nunca ocurrirían—. Con las clases en la academia ya no tendré tiempo para nada. Por favor, no le digas a mi tía. Sabes que ella no lo permitiría.
—Tarde o temprano lo descubrirá —rebatió él—.Rough, eres la heredera de los Luken. Algún día poseerás una fortuna enorme y andas trabajando a medio tiempo. La gente habla, niña.
—La gente debería controlar su lengua. Iré a mi próxima cita con el terapeuta, ¿de acuerdo?
Marshall exhaló, resignado.
—Haz como que me engañas y yo haré como que te creo —zanjó la charla, terminó de bajar la escalera y se perdió en uno de los tantos pasillos vacíos de Marble Anne.
Tomé una gran bocanada de aire y me dispuse a subir a mi habitación.
Me di una ducha rápida y agarré la camisa holgada que usaba como pijama de la silla del escritorio. Es ley: todos tenemos una silla cuya única función es amontonar ropa.
Saqué de debajo de la almohada mi actual lectura.
Había sido uno de mis favoritos en bachiller, por lo cual tenía un arcoíris de post-its. Lo estaba releyendo, pues había rumores de que iban a sacarle película y lo único que recordaba de Patch Cipriano era el mote que usaba con su interés amoroso.
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El ÁSPERO SUEÑO de ROUGH KIM
غموض / إثارة[Antes "ROUGH, DUERME SOBRE MÍ"] Marble Anne, la desvencijada mansión de la colina, está maldita. O, al menos, eso es lo que se comenta en la cuidad, pues la familia propietaria lleva generaciones muriendo allí. Rough Kim, una aspirante y fanática d...