CAPÍTULO 23 La ignorancia es la clave de la felicidad

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—Yo no lo haría si fueras tú.

La voz de Nate hizo eco en el vacío callejón y el alma me volvió al cuerpo solo un segundo, pues el sonido de una pistola al quitarle al seguro me heló los sentidos. Horrorizada, levanté la mirada del agitar nervioso de mis piernas y me convencí de lo que veía era real.

Miré el revólver, luego la férrea determinación en sus ojos verdes.

Todo pasó muy rápido.

Nate ladeó una sonrisa macabra y tomó la pistola por el cañón. Arremetió la culata contra la cabeza del que se había quedado atrás y lo pateó en la espalda. El aludido cayó al suelo y, en el proceso, se golpeó la cara contra el capó del auto. El pelirrojo entonces se volvió para el otro, quien al verse sin salida me agarró y pegó la navaja en mi cuello.

—Un paso más y la rajo —advirtió, las sacudidas de su mano temblorosa provocaron que la hoja me cortara la piel.

Nate no mostró ningún signo de temor. Agarró bien el arma y le apuntó a la cabeza.

—Antes de que puedas hacerlo, vas a tener una bala en la frente.

Los matices de su voz, las palabras que usó, los gestos que hizo, la mirada fría y desdeñosa…Nate tenía un carácter cambiante y volátil, perdía el autocontrol con facilidad y dejaba que las emociones lo dominaran. Aún así, ¿sería capaz de matar a alguien?

No supe qué pensar.

—Déjala ir —demandó— y yo te dejaré vivir.

El maleante se echó a reír. El rasposo sonido de su voz se apagó cuando Nate le disparó en el muslo. Así sin más, sin pensárselo dos veces o titubear. El hombre gritó y dejó caer la navaja. El pelirrojo me tomó por el brazo, sacándome del pasmo, y me puso detrás de él.

—¿Quiénes son ustedes?—preguntó, la voz cargada de ira y los puños apretados.

El hombre estaba tendido en el suelo, quejándose del dolor.

—¡No lo volveré a preguntar!

—Nos pagaron, ¿ok? Esta mañana nos contrataron.

—¿Quién los contrató?

—¡No lo sé! —gritó el hombre—. Fue por teléfono. No sé los detalles, la confidencialidad es vital cuando te dedicas a este negocio. Era un buen contrato, colega, mucha plata por darle una paliza a la heredera de la familia Luken. Nos envió la ubicación de la chica. Los estamos siguiendo desde Nueva Estación, pero pensamos que venía sola.

—¡Vete de aquí! —vociferó Nate—. ¡Vete de aquí y llévate a la escoria de tu compañero!

El hombre no lo pensó dos veces. Se puso de pie a duras penas y levantó a su amigo del suelo. Nate no dio un solo paso ni bajó el arma hasta que los dos maleantes hubieron desaparecido calle abajo.

—Rough —pronunció mi nombre y acunó mis mejillas en sus manos—, lo siento mucho. Mira como te han dejado la cara esos animales. ¿Estás bien?

Aparté sus manos.

—Vámonos de aquí. Quiero regresar a casa. —Fue lo único coherente que pude formular. Estaba aterrada y enfadada a partes iguales, no quería estar un minuto más allí.

Mi cuerpo palpitaba de dolor y al mirarme en el espejo retrovisor reparé en mi labio roto, en los pómulos enrojecidos y la superficial cortada en el cuello. Estaba horrible.

Nate agarró con ambas manos el volante y me echó una rápida ojeada antes de encender el motor y salir pitando de allí.

El ambiente apestó a tensión de la mala.

El ÁSPERO SUEÑO de ROUGH KIMDonde viven las historias. Descúbrelo ahora