CAPÍTULO 16 El Grinch de los cumpleaños es un pervertido

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Mi espina dorsal se erizó cuando entré al comedor y me encontré con Loryn a la cabeza de la mesa. Llevaba unos cuantos días en Marble Anne, pero era la primera vez que se dignaba a comer con nosotros.

—Rough, ven y siéntate conmigo. —Señaló la silla vacía a su derecha.

Caminé un tanto incómoda.

Anton me saludó con la mano. Tobyas me siguió con la mirada. Joshua se aclaró la garganta.

—No pierdes la costumbre de llegar tarde a todas partes —dijo Loryn.

—Hay cosas que nunca cambian —ataqué.

Loryn respiró hondo y esbozó una sonrisa, como si no acabara de tirarle una indirecta.

—Chicos, ¿cómo ha sido vivir con mi sobrina? Me imagino que todo un desafío. Es una chica complicada, por eso toda la familia la hemos dejado sola a cargo de la mansión.

Resoplé.

—Pues no —contestó Joshua—, no ha sido para nada...

—¿Qué familia? —pregunté.

Todas las miradas se clavaron en mí. Un violento silencio embargó el comedor.

—Te recuerdo que están todos muertos y solo quedamos tú y yo. Me sorprende cuando hablas de los Lukens como si realmente existieran. ¡Mírame tía! —alcé la voz—. Ni siquiera soy Luken, soy Kim, como papá, y estoy sola en esta maldita mansión porque tú no tienes el valor suficiente para vivir con el dolor de saber que todos tus seres queridos murieron aquí.

—¡Rough! —chilló ella, dio un fuerte golpe en la mesa—. ¡Es suficiente!

Enjugué con el dorso de la mano una lágrima rebelde que se me había escapado.

La tensión espesó el ambiente. Podía escuchar el retumbar de mi corazón, las respiraciones de los tres invitados y el agua que Margaret vertía en las copas.

—¿No puedes dejar de atacarme por un día? Acabas de dejarlo claro, soy tu única familia, lo único que tienes y tú eres lo único que tengo. —Comenzó a masajear sus sienes—. Hoy es tu cumpleaños, por favor, solo quiero que pasemos el día como la familia que solíamos ser.

Sentí mis piernas temblar por debajo de la mesa. Los latidos de mi corazón eran un constante martillear y las lágrimas amenazaban con salir.

—Eso no será posible, Loryn. No voy a sonreír y fingir que todo está bien.

Hubo un espeso silencio que rompió Marshall al entrar con una tarta de chocolate que puso frente a mí. Margaret llevaba años haciéndola cada cumpleaños. En el centro había un «21».

—Felicidades, mi niña. —Besó mi frente.

Lo abracé.

—Gracias, Marshall y gracias a ti, Margaret.

La regordeta cocinera me sonrió.

—Rough —murmuró Anton, tocó mi mano—. No sabía que era tu cumpleaños. Lo tenías bien escondido, ¿eh? Felicidades, nena.

El ÁSPERO SUEÑO de ROUGH KIMDonde viven las historias. Descúbrelo ahora