CAPÍTULO 7 Los bajistas saben usar los dedos

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—Kim, ¿no está cansada de perder el tiempo y hacérselo perder a los demás?—inquirió la profesora y me entregó el papel de la detención—. Al menos ahora tienes con quien competir, ya que regresó Stone —agregó, su atención en el pasillo.

Seguí su mirada y me encontré con Nate conversando con ¿Anton?

—¿Ya me puedo ir?

López respondió con un despectivo gesto de la mano.

Tobyas, Claire y su amiga Beatriz charlaban frente a los casilleros. Joshua estaba al otro lado del pasillo, con el móvil en la mano y la cara de limón en su punto. Al verme salir, despegó la espalda de la pared y caminó perezosamente hasta mí.

—¿A qué hora termina este circo? —Hablaba conmigo, pero sus ojos estaban sobre Anton.

—Las clases acaban de terminar. Ahora es cuando se reúnen por departamento. Excepto los de primero, que tienen una especie de taller mientras no pertenezcan a ninguna especialidad.

El rubio bloqueó su teléfono y lo guardó en el bolsillo delantero de su pantalón.

—Vale, me avisas cuando vayas para ir contigo. Ya me perdí hoy…

—Ella no tiene que ir al taller. —Tobyas metió la cuchareta—. Beneficios de repetir tres veces el curso, ¿no? Vamos, Josh —continuó—. Nos vemos en detención, señorita.

—Pásenlo bien, bellezas. —Formé un corazón con mis manos—. Y protéjanse siempre.

«Jobyas is real, bitches».

—¿Qué? —preguntó Joshua, enarcando las cejas.

—Nada, que se protejan, en los pasillos y eso. Adiós.

Me apresuré a dar la vuelta.

—¡Rough! —Anton me llamó, con un gesto de la mano me indicó que me acercara.

Aguanté la respiración mientras caminaba hacia él y Nate.

—¿Qué tal te ha ido hoy? —Intenté sonar casual.

—Aún no me acostumbro al ritmo de la academia, pero la comida del comedor está genial.

—Lo dices porque no probaste el batido de proteínas. —Rodé los ojos—. Es asqueroso.

Anton contuvo una risita. En su otra vida debió ser un oso del cariño.

—Por cierto, ¿conoces a Nate? —preguntó, señalando al pelirrojo a su izquierda, el cual no había apartado los ojos de mí desde que llegué.

—No, no lo conozco.

Nate chasqueó la lengua.

—Colega, ella es Rough.

—Hola, Rough —concedió él, articulando cada palabra con especial énfasis.

«Cínico».

—Hola. —Forcé una sonrisa.

Anton comprobó la hora en su reloj de pulsera.

—¡Madre mía! Ya voy tarde para el taller. Nate nos vemos luego. Rough, suerte en detención.

Inquieta, lo observé alejarse por el pasillo.

—¿Qué hiciste ahora, Rough?

Que hubiera vuelto estaba minando mi estabilidad. ¡Con lo que me había costado sacármelo de la cabeza! Aún conservaba el sabor amargo de las lágrimas que me hizo derramar. Noches en vela esperando una sola llamada suya. Meses en los que imaginé lo peor.

Nate había roto mi corazón, y ahora que mi vida se había recuperado no lo quería cerca.

—Le grité a la profesora López —contesté a regañadientes.

El ÁSPERO SUEÑO de ROUGH KIMDonde viven las historias. Descúbrelo ahora