CAPÍTULO 13 El cliché frustrado

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López cerró la puerta y comenzó el caos.

Los estudiantes se movían frenéticos de un lado al otro: corrían a los vestidores, repasaban los pasos, se maquillaban y probaban el audio. Todo un circo de responsables personas que se dignaron a preparar la presentación.

Me senté en un rincón.

Tobyas ocupó el sitio a mi lado, recargó la espalda en la pared y cerró los ojos.

—No sé qué rayos hacemos aquí —musitó al cabo de un buen rato en silencio.

—Perder el tiempo, yo lo hago constantemente.

Tobyas resopló, sentí su oscura mirada clavándose en mí.

—Esa eres tú que estás acostumbrada a la irresponsabilidad. Esto es una vergüenza para mí.

—¡Qué mal por ti, colega! —Miré mis uñas, simplona—. Te hubieras buscado otra pareja.

—¡Qué lista! —soltó, irónico—. ¿Cómo no se me ocurrió antes?

Puse los ojos en blanco.

—Supongo que sí eres un tornado —espetó—. ¿Quién terminó con quién? Espera, no me lo digas. Fue él. Seguro lo hiciste reprobar contemporáneo y te mandó a volar.

—Cierra el perro hocico, Toby.

—Con gusto, señorita. —Levantó las manos y fue a sentarse al otro extremo del salón.

López salió del vestuario de chicas y aplaudió un par de veces para llamar la atención.

—¡Comencemos! —canturreó—. ¿Quiénes desean ser los primeros?

Una a una, las parejas pasaron al centro, hasta que solo quedó una.

—Rough Kim y Tobyas Regan.

La clase se revolvió al escuchar su nombre.

Respiré hondo.

—No preparamos nada —confesó Tobyas.

—¿Cómo así? —inquirió López, ceñuda.

—A mí no me mire, soy la víctima aquí.

—¿Eres tú otra vez? —La profesora se dirigió a mí.

—Sí —acepté—, me opuse a trabajar en equipo con él.

El rostro de López fue digno de ser inmortalizado.

Me sentí un poco mal por ella, llevaba tres años luchando conmigo y debía de estar cansada. Aventó el cuaderno donde apuntaba las calificaciones, comenzó a gesticular como loca, a gritar y a moverse de un lado al otro.

—¡Esto es inaudito! Ustedes dos viven juntos, ¿cómo no pueden llevarse bien?

«Lo que faltaba».

Los murmullos hicieron acto de presencia y la voz iracunda de López pasó a un segundo plano. Claire se cubrió la boca con una mano, asombrada, y Beatriz abrió mucho los ojos.

—Así de fácil, que vivamos bajo el mismo techo no nos hace amigos.

—Entonces, ¿la culpa es tuya?

—Totalmente.

El enfado se reflejó en sus mejillas. Noté el esfuerzo que arrojó en no perder la compostura.

—Seré benévola, pues Regan no merece una mala evaluación por tu culpa. —Me dijo, con los dientes apretados—. Van a preparar la evaluación y la presentarán en la próxima clase.

Bajé los hombros y evité mirar a Tobyas en lo que quedó de la lección.

Por mucha agua que me eché en la cara no conseguí que el calor de mis mejillas mermara. La ira la recibió la puerta del baño, cuando la arremetí contra la pared al salir.

El ÁSPERO SUEÑO de ROUGH KIMDonde viven las historias. Descúbrelo ahora