CAPÍTULO 36 Sonrisas con aroma a dardos venenosos y mentiras

8.6K 1.1K 747
                                    

—Rough, ¿podemos hablar?

—No tenemos nada qué hablar, Anton. Oh, espera, me equivoqué, tu nombre es Jeremy —espeté, mordaz. Ocultar mi exasperación fue imposible.

El castaño retorció sus manos, algo nervioso y miró atrás, a la puerta cerrada.

—Nena, por favor, no tengo mucho tiempo.

—No me llames así, Jeremy —pronuncié cada palabra como si fueran flechas y su pecho una diana.

—Rough, no demorará —apeló, la voz desbordada de inseguridad y temor, jamás lo había visto así—. Necesito hablar contigo.

—No quiero.

Anton tomó aire.

—Por favor… —susurró.

La crueldad con la que lo traté rompió algo en mí. Entré a un cubículo a ponerme las bragas y salí dispuesta a pasar de él. Anton me agarró por el brazo antes de que pudiera alcanzar la puerta.

—Lo entiendo, nena —comenzó a decir en voz muy baja.

Sus ojos divagaban, perdidos en el suelo, parecía al punto de llorar y traía un semblante desesperanzador. No lucía como el Anton divertido de los últimos meses, sino un muchacho asustado.

—Entiendo que estés enfadada conmigo, crees que te traicioné, pero no puedes estar más equivocada —continuó.

Aparté su mano. Él no hizo por contenerme, sabía que no me iría.

—Eres un mentiroso.

—Eso no voy a negarlo.

—Loryn y tú planearon esto desde el principio, ¿no? Matarme y quedarse con la herencia de los Lukens. Apuesto que te lo pasaste genial mientras fingías ser mi amigo.

Anton negó con la cabeza.

—Rough, estás equivocada.

—Pruébalo—demandé.

Él bajó la cabeza un instante.

—¿Alguien que te quiere muerta se preocuparía por protegerte? —preguntó, retórico—. Fui yo, Rough, quien envió todos esos mensajes. Fui yo, cuidándote. No te regalé el kit de Sailor Moon para controlarte. No. Me aseguraba de saber dónde estabas para advertirte del peligro si se presentaba. No soy tu enemigo, nena, soy tu aliado.

Tragué en seco, pero el nudo en mi garganta no cedió.

—Estás mintiendo.

Anton llevó las manos a mis hombros.

—No, Rough, no miento.

—Eres el hijo de Loryn.

—Y tu amigo —añadió, inexpresivo—. Lo único que he querido hacer es protegerte.

—No te creo.

—Lo sé, pero ahora mismo no tienes otra opción.

Hubo silencio y entonces…

—Rough, ¿te encuentras bien? —Era Arthur desde fuera del cuarto de baño.

Anton no se inmutó.

—Sí, enseguida salgo —dije, sin aparatar la iracunda mirada del castaño—. Dime lo que tengas que decir —susurré.

—No vayas a Marble Anne, renuncia a la herencia y vete de Nueva Estación.

Rodé los ojos.

—Vaya, curioso que me pidas eso —solté, mordaz.

El ÁSPERO SUEÑO de ROUGH KIMDonde viven las historias. Descúbrelo ahora