CAPÍTULO 27 Perfume con aroma a gasolina

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Me cubrí la cara con las manos para protegerme de la luz. La garganta me ardía, tenía el cuerpo entumecido, sentía la piel pringosa y ¿era gasolina lo que olía?

Escuché voces, una puerta al cerrarse y pasos.

Un hombre apareció en mi campo visual. Me alarmé, pero el miedo solo duró segundos, pues el aludido se sentó en la cama en la que estaba recostada y me sonrió. Era Tobyas Regan.

—Estás despierta. —En su voz había un deje de alivio—. ¿Cómo te encuentras?

—Mareada. —La garganta se me quedó ardida al hablar, mi voz se oyó ronca y débil.

Tobyas acarició mi mano.

No tuve fuerzas ni ánimos para apartarme. Oteé la extraña habitación en la que estábamos. Intenté ponerme de pie, pero todo daba vueltas y solo conseguí caerme.

Él me sujetó antes de que mi cuerpo llegara al suelo y me devolvió a la cama. Me ayudó a sentar. Las sábanas se resbalaron y solo entonces reparé en que no traía el vestido, sino un albornoz blanco con el logo de un hotel del centro. Noté mis muñecas amoratadas, mis rodillas raspadas y la sangre que manchaba la almohada.

—¿Qué sucedió? ¿Este lugar…?

—Antes toma esto. —Me ofreció un vaso con agua y una pastilla—. Es ibuprofeno.

Miré con recelo la píldora.

—Tómalo, por favor. —Dejó una suave caricia en mi mejilla—. Te ayudará con el dolor.

La tragué sin reparos.

—Intentaron matarte hoy, Rough.

Quedé atónita, con la boca abierta y el corazón desbocado. Tobyas me observó, cerró los ojos con pesar, solo un instante, luego se puso de pie y arremetió su puño cerrado contra la pared.

Me asusté.

—¡Frente a mis narices y no fui capaz de verlo! ¡Esto es mi culpa, tenía que estar pendiente a ti! Ahora podrías estar muerta.

—Estoy viva —comenté como si no fuera obvio.

Lo cierto es que no conseguiría nada aporreando la pared.

Tobyas me miró de soslayo, los nudillos de su mano estaban ensangrentados. No era la primera vez que lo había visto así. Quizás esa era su forma particular de liberar su frustración.

—Lo siento —emitió, de espaldas—. Si Joshua no hubiera estado recorriendo el perímetro del ayuntamiento, no sé qué hubiera sido de ti. Los hombres que te atacaron iban vestidos como meseros del baile, jamás pensé que… ¡Dios mío! Iban a pegarte candela, Rough.

Me llevé una mano al pecho, horrorizada.

—Iban a quemarte viva los muy hijos de puta.

—¿Los atraparon?

—Ojalá. —Apoyó la cabeza en las manos y emitió un hondo suspiro—. Nadie lo sabe. No nos fiamos de Anton ni de Loryn. Oryan cerró tu cuarto y les dijo que te habías ido a dormir.

Trascurrieron unos minutos en silencio.

—Tobyas… —divagué, sin saber cómo formular la pregunta—. ¿Quién me quitó la ropa?

El avance de una sonrisa escueta curvó sus labios.

—Tuve que hacerlo, estaba empapada de gasolina. Deberías tomar un baño. Ya deben estar al subir la cena y Joshua nos trajo ropa para cambiarnos.

Asentí e intenté ponerme de pie, pero una vez más mis esfuerzos quedaron eclipsados por la torpeza del cansancio. Tobyas me sostuvo por los brazos.

—¿Estás muy mal?

El ÁSPERO SUEÑO de ROUGH KIMDonde viven las historias. Descúbrelo ahora