CAPÍTULO 35 Las prioridades de un renacuajo

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—Blondie—vociferó Arthur desde el cuarto de baño—, olvidé la toalla en la habitación, ¿puedes ser buen un samaritano y traérmela?

El sonoro bufido de Joshua hizo eco en la casa.

Oryan apretó los labios, me miró de soslayo con picardía y desempolvó su pervert face.

—Esos dos me traen enferma.

—¡Blondie! —insistió Arthur a gritos—. ¡La toalla!

—Mujer, aún no me creo que el abogado macizo de Loryn sea tu tío. —Alcanzó el control remoto del televisor, subió el volumen, trepó al sofá y se volvió a mí—. Es invierno y estoy más caliente que arena de playa en verano. Está para comer, repetir y llevar.

—¡Blondie!

Joshua salió de la cocina hecho una fiera.

—¡Mira, ramero, no soy tu asistente personal! —sentenció al entrar al baño—. ¡La próxima vez que te olvides la toalla vas a salir en pelotas a buscarla tú, marrano!

—Ya te gustaría, corazón.

—Dudo mucho que tu morcilla sea algo agradable de ver.

Arthur se echó a reír.

—Sigue diciéndolo, blondie, a ver si te convences.

—Anda, tápate la salchicha, puto.

Oryan se tocó las mejillas.

—¿Cómo le ponemos al ship? —preguntó.

La abracé por los hombros.

—Te extrañé, amiga.

—Lo sé.

Tobyas pasó frente a nosotras, rumbo a la cocina. Me recorrió con sus ojos negros y una sonrisa juguetona curvó sus labios.

—¿Y cómo van las cosas con tu pelinegro fuckboy macizo virgen y rompe ovarios?

—De ninguna manera —contesté, escueta.

—O sea, ¿que no han cogido más? —preguntó un poco más alto de lo que debería.

Me toqué el puente de la nariz.

—Oryan, si quieres saca la cabeza por la ventana y grítaselo al todo el complejo.

La morena encogió los hombros.

—Hemos estado ocupados en nuestros propios asuntos —repuse.

—Ah, ya, los condones que tienes debajo de la cama son para inflarlos en Navidad.

Le propiné un tortazo en el hombro.

—Mierda, Rough, pegas duro.

—Y tú pareces tener un megáfono en la boca —murmuré—. Arthur no sabe que Tobyas y yo nos metemos terror. Recuerda que el pelinegro fuckboy castroso es mi guardaespaldas.

Oryan reprimió una risita.

—Por cierto, ayer me clavaste el visto —reclamó.

—No fue así, me dormí.

Mi amiga hizo una mueca con los labios.

—¿Qué?

—Que decir «sorry, me dormí» y volverte a dormir es tu pasión.

—Estaba cansada —repliqué en mi defensa.

—Eran las diez de la mañana, Rough.

—¿Y? No tengo culpa de que no me dé sueño de noche y que luego me pase el puto día como zombi mariguano.

El ÁSPERO SUEÑO de ROUGH KIMDonde viven las historias. Descúbrelo ahora