CAPÍTULO 17 El secreto de Rough Kim

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TOBYAS

—Estoy exhausto.

Rough se dejó caer en el colchón, desnuda y empapada en sudor.

—¡Dios! —Tomó una bocanada de aire—. He follado más en esta última semana que en toda mi vida. Creo que he perdido peso, ¿tú me ves más tablón que de costumbre?

«Te veo tan linda como siempre».

—No, estás igual.

—Toby, ¿puedes hacer algo por mí? —Apartó el pelo que le cubría los ojos y me enfocó.

—Por supuesto, renacuajo, desde enterrar un cadáver hasta hacer de hada de los dientes.

Rough sonrió y me propinó un codazo.

—Quédate esta noche.

Y una inesperada sacudida me encestó.

—Vale. —Intenté que mi voz no delatara el caos que su petición provocó—. Dime lo que tengo que hacer y lo haré.

—¿En serio me estás pidiendo que te diga cómo tienes que dormir conmigo?

Me mordí el labio inferior y asentí.

—Adoras que te mangoneé, Toby.

—¿Para qué decir que no?

Rough me agarró por el brazo.

—Vamos a bañarnos primero, después discutimos los términos de la dormición.

—¿Y por bañarnos quieres decir desperdiciar agua mientras nos damos como cajón que no cierra?

—Exacto.

—Actúas como un tonto. —La voz de Joshua anticipó su presencia en el pasillo.

Solté el picaporte de mi puerta y giré para encararlo.

—¿Qué pasa ahora? —rebatí, el hastío en mi voz fue obvio.

—Nada en particular. —Encogió los hombros, mordaz—. Solo admirando cómo tiras a la mierda el plan por tus estúpidas decisiones.

Respiré hondo, saqué autocontrol de dónde no había. Estaba harto de que controlara cada paso de mi vida e intentara que todo fuera tan perfecto como lo era él.

—Déjame en paz. —Fue lo único sensato que pude formular.

—¡No puedo hacerlo, Tobyas! —exclamó, sin tomarse las molestias de bajar la voz—. No puedo porque, por desgracia, estamos juntos en esto; si tu barco se hunde, los tres nos ahogaremos, porque tu barco es nuestro maldito barco.

—Ustedes no tienen nada que ver conmigo. —Apreté tanto la mandíbula que hablar resultó doloroso. Necesitaba controlar mis impulsos. No podía explotar, no ahí.

Joshua enarcó una ceja, petulante.

—Creo que no estás entendiendo, Tobyas. No seré un efecto colateral de tu estupidez.

—El que no entiende eres tú, Joshua —bramé, apreté los puños hasta que sentí que la piel no podía estirarse más—. Tú no eres mi jefe, nunca lo has sido.

—Te he dado suficientes opciones y no te has dignado a tomar ninguna.

—No tengo que hacer lo que tú digas.

—Termina este jueguito, Tobyas.

—¿Qué harás si no quiero? —Acorté la distancia que nos separaba—. ¿Matarme?

El ÁSPERO SUEÑO de ROUGH KIMDonde viven las historias. Descúbrelo ahora