Castigada.
No era la primera vez que la más pequeña de la familia Mikaelson se encontraba castigada. Odiada por un gran sector del cuerpo estudiantil y bastante vigilada por el profesorado pero sin duda, era la primera vez que realmente le molestaba.
Entendía porque debía pasar por el castigo.
Ahora era un alfa oficialmente y eso no solo llevaba entrenar y tener un montón de acosadores/seguidores sino que debía ser responsable de ellos y eso incluía darles un buen ejemplo. Lo sabía. Su madre se lo había enseñado siempre mientras crecía y su tía Keelin había seguido con su legado, en el fondo seguía fomentándolo.
Eran su familia ahora y debía protegerlos, y eso incluía sus propios errores y por supuesto que debía tomar la responsabilidad por sus errores.
Sabía que merecía el castigo. No lo negaba pero tampoco se arrepentía de ello; y al hablarlo con la manada trato de dejarlo en claro.
Por primera vez, les mostró y trato de hacerles entender que no eran un solo ser. La pelea y los posteriores problemas le pertenecían a ella y solo a ella...
Al menos eso había dicho aunque dudaba mucho que lo entendieran, y según las peleas que ya había tenido que romper y que estaba segura de que solo habían sido de las que se había enterado. Esperando que las que desconociera no hubieran llegado a ser más que gruñidos. Quizás debería de volver a explicarlo de otra forma.
Hope Mikaelson estaba castigada y por primera vez, en lugar de ser suspendida como se merecía y sería lo normal. Había obtenido lo que todos llamaban "La Isla".
Su horario era muy fácil.
Ejercicio matutino. Desayuno con la manada. Clases. Almuerzo con o sin manada. Clases. Entrenamiento con manada. Grupo de estudio con la manada y después nada. Desde ese momento, era confinada a su habitación donde la comida le era llevada por Emma que hechizaba su puerta y el pasillo para avisarle si salía. Lo mismo pasaba con la cena y justo a las 10, el director le dejaba salir a correr al bosque por unas horas antes de dormir y eso era todo. Era su nuevo día a día.
Simple. Aburrido y demasiado monótono.
Tres semanas de suspensión era su penitencia así que... tres semanas de aislamiento.
Y quizás antes hubiera estado bien. Lo hubiera utilizado para ponerse al corriente con los libros que su familia le enviaba o quizás jugar videojuegos a distancia con su tío y su hermano, ver viejas series o encontrar nuevas. Pintar, o lo que fuera.
Pero ahora no era tan simple.
Estaba a punto de enloquecer por no poder estar con Josie tanto como quería. Seguía hablando con ella por las noches y compartían clases, a veces almorzaban juntas pero no era suficiente. Quería volver a tenerla entre sus brazos como pasaron la noche de hace unos días en la que ni siquiera le importó dormir sentada en el suelo porque había podido disfrutar del privilegio de tener a una hermosa morena sentada en su regazo y recostada contra su hombro. Encontrando el sentir de su respiración contra su cuello y la sensación de su nariz rozando su piel como la cosa más maravillosa del universo pero ahora nada.
Solo habían pasado tres días y ya estaba por enloquecer. Deseosa de perderse en su aroma y sentir su calidez. Escuchar el retumbar de su corazón y sentirlo contra su cuerpo pero en su lugar apenas si se habían tomado de las manos. Y no bastaba o servía en lo más mínimo.
Pero no era la única que estaba desesperada.
Josie detestaba el castigo.
Siempre le había parecido excesivo dejar a alguien aislado por días. Solo una semana había sido el récord impuesto entre los estudiantes y por supuesto, Hope lo superó. Eso solo le molestaba más.
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Lobo Suelto
RomanceLiteralmente lo que el título dice. Lo que pasa cuando se hacen hechizos sin pensar