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Momentos atrás.

El viento y la cargada esencia a magia ancestral le hicieron estremecer y voltear a tiempo para ver un borrón oscuro irrumpiendo en la escuela. Seguido por uno rubio que comenzó casi a su lado, en un parpadeo Rebekah se había desvanecido y su esposo que parecía ignorante solo miraba su teléfono sin moverse.

Lizzie y ella se miraron con desconcierto que condujeron hacia Davina en busca de respuestas pero esta solo negó con una sonrisa cortes. No parecía estar tensa o preocupada aunque era obvio que Kol había pasado a su lado sin detenerse a besar su mejilla o coronilla como siempre lo hacía.

En lo profundo de su ser una calidez le golpeo por un segundo. Esa sacudida electrizante le era bien conocida pero en lugar de darle calma hizo todo lo contrario. Sentir la magia de Hope no era malo pero el no tenerle frente a sus ojos, saber que estaba en su forma lobuna, y que estaba lanzando un hechizo era algo que no se sentía bien.

La ansiedad comenzó a trepar desde su estómago hasta presionar lentamente su garganta mientras sus ojos caobas comenzaban a recorrer los terrenos. Desesperándose al no ver nada fuera de lo normal de una tranquila noche de invierno con gotas de agua nieve cayendo a paso lento.

Rebekah volvió en ese instante, deteniéndose junto a su esposo como si jamás se hubiera ido. Sonriéndole con pícara inocencia a la vez que se aferraba a su mano y se recargaba un poco contra su hombro.

-Te amo.

-Si, aja. Te creo –. Respondió Marcel haciendo rodar sus ojos con juguetona molestia pero no paso más de un segundo antes de que depositara un beso en la mejilla de su esposa. Borrando su puchero para que una sonrisa brillante ocupara su lugar.

-Pero que... –. Alaric salió de su oficina, dando un salto al encontrar al grupo en las afueras de las puertas principales que personalmente cerro –Niñas ¿Por qué no me avisaron que habían vuelto?

Se acercó y les abrazo. Una en cada brazo mientras su mirada llena de sospecha se fijaba en los adultos que solo le encararon con pequeñas sonrisas arrogantes.

Sin duda le hubieran robado una propia al ver la parecidos que eran con las de Hope pero en ese momento su mente no estaba ahí. Su mirar iba de un lado a otro, esperando verle para calmar su nervioso corazón pero eso no paso.

-¿Y Hope? –. Pregunto su padre mirando a su alrededor –Pensé que volvía con ustedes...

-Lo hacía pero fue a buscar un árbol. Creímos que la encontraríamos aquí –. El tono de Lizzie era burlón y lleno de juguetona aversión pero por lo bajo se notaba su preocupación. La que solo mostro aferrándose a su mano a la que le sonrió con fingida confianza –Debe habérsele atravesado una ardilla.

Apenas logro darle una sonrisa, o el intento, cuando un grito desgarrador atravesó los pasillos.

-¿Qué diablos...? –. Soltó el director apresurándose de vuelta al interior.

En un parpadeo. Marcel se interpuso en su camino, deteniéndole solo con su mano que se posó en su pecho. El director trato de apartarla y dar un nuevo paso pero le fue imposible, y el vampiro solo negó mirándole con frialdad.

Rebekah se acercó a ellas y con dulzura acaricio sus mejillas. Intentando desvanecer el miedo en sus rostros.

-Queridas, no olviden que el viernes deben ir temprano a la mansión –. Dijo llamando su atención –Tomaremos medidas y elegiremos colores. Comamos juntas ¿Bien?

Lizzie frunció su ceño y con terror casi grito –¿El viernes? ¡Pero el baile es el sábado!

La mujer le sonrió con ternura –Oh, cariño. Nunca más volverás a comprar como mortal.

Lobo SueltoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora