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Salió de entre los arboles con semblante cansado, mirada desanimada y pasos seguros.

Su espalda se erguía por completo y sus músculos calientes vibraban bajo el dolor del cambio siendo relajados por la brisa helada. La tierra húmeda pegada a su piel era la única vestimenta que portaba y la ligereza de ello le ayudaba a concentrarse en su lobo inquieto.

Quizás deprimido. Quizás enojado. Arremetiendo contra el mundo y lo que fuera pero bajo el control de ella.

Sus pasos fueron hacia el centro del páramo donde las flores habían desaparecido ante el invierno entrante. Su ropa amontonada marcaba el sitio donde con claridad podía recordar a la morena descansando con una sonrisa suave bajo el cielo despejado y los últimos rayos del sol. Se estremeció ante el recuerdo de sus dedos perdiéndose entre su pelaje y un profundo suspiro le siguió. Se dejó caer en el césped y tomo su collar con el emblema familiar de la cima de la montaña, sosteniéndolo en su palma mientras lo admiraba.

La luz de la luna ilumino el emblema dibujando sombras y apenas delineando con claridad sus contornos. El pensamiento de que parecía correcta la imagen paso por su cabeza mientras colocaba la cadena alrededor de su cuello y lo aseguraba suspirando de satisfacción al sentir de nuevo su peso en ella. Sintiéndose completa de nuevo.

Busco su sudadera y de uno de sus bolsillos saco un pequeño metrónomo. Se recostó en el césped e inhalo profundamente disfrutando la sensación del roció nocturno tocando su cuerpo por varios minutos donde solo se concentraba en su respiración. Coloco el aparato a un lado de su cabeza. Con sus ojos fijos en el cielo le dio un empujón a la aguja y se concentró, sintiendo con claridad el frio metal sobre su clavícula que iba perdiendo su temperatura para igualar la de su cuerpo.

Pero aquello no era lo importante.

El rítmico tic tac le fue llevando con claridad a su recuperación...

"Su cabeza fue devuelta a hace tres años desde el instante en que abandono su habitación.

Las voces plagadas de Mikaelson en susurros no dejaban de repetirse mientras se acercaba al comedor sin inmutarse por los murmullos llenos de imaginación, un toque de ficción y claro temor.

Escoltada por Jed y Raphael, por supuesto llamaba la atención, eligiendo porque puerta entrar por la cercanía de su aroma.

No lo busco, simplemente era algo que con el paso de los años había aprendido a detectar pronto. Para seguirlo a la lejanía o para evitarlo por completo. Lo que fuera aunque siempre lograba robarle unos instantes dónde le aturdía de la mejor manera.

Al pasar el marco sus pasos se detuvieron abruptamente ante la imagen.

Lizzie y MG sentados juntos de un lado de la mesa y al otro Josie y Penélope. La rubia miraba con clara molestia a la bruja pelinegra que le ignoraba con ayuda de la morena que le escuchaba atentamente sin permitirse fijarse de reojo en su hermana a la que MG luchaba torpemente por distraerle.

Una electricidad recorrió y prendió fuego a sus venas al verlas juntas pero el percibir la confianza, complicidad y afecto en sus ojos fue una apuñalada tan profunda que casi se dobló. El falso dolor físico le hizo apretar los puños y su mandíbula. Quiso pensarlo como falso, como algo solo inventado por su tonta cabeza. Buscarle la lógica al sentir. Al dolor de que algo le estaba siendo arrebatado y no podía evitarlo.

Pero no había.

No sabía cómo silenciar su pecho que se estrujo y su lobo que rugió, gruño y araño porque se le permitiera desgarrar a la que se atrevía a acercarse a Josie pero no podía. No se permitió reaccionar de ninguna manera, o al menos lo intento.

Lobo SueltoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora