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Un suspiro lleno de alivio abandono el cuerpo de Alaric al ver a sus hijas y Hope caminar frente a su ventana. Sin ningún rasguño y con una taza de café humeante que le hizo gruñir por lo bajo aunque sin perder completamente el alivio que tranquilizaba su interior.

Cuando las voces le llegaron y repitieron por parte de diferentes dueños que las chicas no se encontraban. Que habían faltado a clases y dejado a la manada enloqueciendo ante la repentina falta de su alfa, solo pudo pensar en lo peor. Quizás un exceso de malas experiencias acumuladas gritando bajo su pecho que le hizo apresurarse por la escuela buscándoles y al no hallarles a tomar sus armas para ir a rescatarles, aunque en el fondo sabía que sus hijas estarían a salvo mientras estuvieran con la pequeña Mikaelson pero eso jamás lo diría en voz alta, o por ello dejaría de actuar como un padre sobreprotector por ellas.

Todas eran sus niñas.

Así que una vez que las vio a salvo y felizmente disfrutando de un café que todavía se permitieron ir a comprar ignorando su llamado. Sin duda, como buen padre, solo quería gritar para dejar salir su preocupación.

Se aceleró hacia las puertas de su oficina que abrió con ambos brazos por completo. Entrecerrando sus ojos a la vez que les escuchaba reír y preparando su voz al ver como al siguiente paso estarían dentro de la escuela, pero cuando lo dieron el no pudo decir nada.

Un borrón lo golpeo tomándolo por la garganta. Estrellándolo contra la pared a su espalda y manteniéndole en los aires apenas dejando que el aire entrara en sus pulmones. Un gruñido profundo siseo junto a su cabeza y el aire caliente golpeo su cuello haciendo que su pulso saltara.

Los estudiantes y profesores se detuvieron al ver a su director desaparecer y un jadeo colectivo se escapó al ver entrar al edificio a Rebekah Mikaelson junto a Davina Claire que con arrogancia entraron a la oficina seguidas por Marcel que con tranquilidad se dejó caer en la silla del director mientras su esposa se cruzaba de brazos y recargaba frente al escritorio con pulsantes venas negras rodeando sus férreos ojos cristalinos que se hallaban fijos en el cuerpo del director. De reojo, Davina le dio un guiño juguetón a las mellizas y sobrina que bufo por lo bajo al ver como con un sutil movimiento de cabeza las puertas eran cerradas.

-¿Sobrevivirá? –. Pregunto dudosa Lizzie sin dejar de ver la puerta.

Hope hizo una mueca y se encogió de hombros –Supongo...

El tono inseguro de la loba enseguida hizo saltar a Josie en su sitio. Volteándole a ver con preocupación, ya preparándose mentalmente para ir a salvar a su padre –¡¿Cómo que supones?!

-Si. Bueno... creo... –. Hope sonrió forzadamente –Ustedes les agradan así que supongo que eso evitara que las dejen sin padre aunque le van a gritar. Mucho.

Como si esperaran la señal.

Kol y Rebekah comenzaron a gritar y maldecir al pobre director pero todo parecía ir bien así que con mayor seguridad la loba le sonrió tontamente a la sifón que soltó un suspiro pero pronto el estruendo y el claro sonido de algo grande hecho pedazos se llevó la tranquilidad de todas.

Las chicas acamparon fuera de la oficina. Sentadas en los sofás a un lado de la puerta que seguía sin ser insonorizada así que los gritos y reclamos eran claramente oídos. Y se habían acostumbrado y casi habían olvidado que lo último que vieron del director fueron sus piernas voladoras pero sabían que los gritos significaban que todavía tenía pulso, al menos.

-¡Hope! –. Lloriqueo Pedro corriendo por el pasillo hacia ellas. Lanzándose enseguida a los brazos de la rubia –¡Lizzie! ¡Josie!

Se aferró a ella con todas sus fuerzas y escondió su rostro en el hueco de su cuello sintiendo como está le apretaba con firmeza mientras Hope y Josie le acariciaban amorosamente la espalda y cabeza.

Lobo SueltoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora