XLVII

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Luego de aquel encuentro revelador donde, Jung, decidió obviar lo que sucedió y no llevar a Lisa, a un juicio. Ésta se mantuvo en un estado de abulia, no hablaba ni comía, no tenía energía ni para hacer trabajar a su mente y procesar o pensar en lo sucedido. Así pasó un día entero en dónde no atendía llamadas ni visitas.

Jung, le había pedido que no cometiera más aquellos eventos, de lo contrario sería otra la persona que descubriría el asunto y daría con ella, y en ese punto él no podría hacer mucho.

Pasaron varios días en los que, Lisa, decidió salir del Penthouse. Esos días los pasó vagando en su Ford Mustang 1969. Su teléfono, lo había tirado en algún lugar haciéndolo añicos con las ruedas del auto.

Boseong-gun. El pueblo a donde ahora se dirigía. Ese pueblo fue en donde hábito por nueve años, pueblo donde alberga recuerdos, buenos y malos. Malos, donde sólo aparecía aquel hombre, bajo de mal aspectos; Bada. Y buenos, por aquella persona de mirada dulce, su abuela; Minsuk.

Llevaba un cigarrillo en su boca, ya era el mes donde el frío era más intenso; diciembre. Pronto nevaría, y la temperatura descendería. Los nudillos de Lisa, estaban blancos y estos no aflojaban su agarre en el volante el cual giró y se adentró en aquel lugar donde se observaba como los árboles estaban desvestidos y a la espera de ser cubiertos de blanca nieve.

Miró a su izquierda, grandes cultivos de té verde. Dio una calada a su cigarrillo acabándolo, soltó el humo mientras recordaba sus duras jornadas de trabajo, donde Bada, la sometía a trabajar sin descanso alguno. Siendo ella una pequeña niña aquello resultaba ser una tortura, el trabajo de campo requería de un esfuerzo sobre humano.

Boseong-gun, era un pueblo muy pequeño que quedaba a tres horas de Busan. Condujo por una calle estrecha, su mirada comenzó a vagar al igual que su mente, la cual recreaba sus recuerdos. Se miraba por aquellas calles, por el campo y en su casa, donde se detuvo.

Miró desde su auto, la casa estaba habitada por otras personas. Miró a una niña correr y su madre detrás, se imaginaba a ella y a su abuela.

Lisa, había dado con aquel pueblo, gracias a Jung. Ella no recordaba el nombre de aquel pueblo sólo recordaba un lugar y su nombre; un cementerio. Cementerio al cual se dirigía. Su abuela, la había llevado un par de veces a visitar a alguien especial. Era la primera vez que se dignaba a ir, luego de que Jung, lo averiguase hace unos años atrás.

No pasó mucho tiempo cuando ya estaba allí. Aspiró aire mientras se armaba de valor para bajar del auto. Salió ejerciendo cierta parsimonia en sus acciones. Comenzó a caminar fijándose en las lápidas que había a su alrededor.

Tragó saliva audiblemente al recordar a su abuela. Quería que estuviera allí con ella acompañándola como aquella vez, cuando sólo tenía seis años.


Abuela llamó alzando su mirada, la mayor la miró y figuró una pequeña sonrisa, ¿estás segura que a mamá le gustaran estas flores? señaló alzando un pequeño ramo con varias flores de crisantemo.

Claro que sí pequeña contestó tratando de sonreír en vano.

A Minsuk, se le formó un nudo en la garganta, aquella pequeña resultaba ser incluso más fuerte que ella. Quizás porque no tuvo tiempo de compartir y generar momentos con su madre. O quizás porque un corazón inocente, es más fuerte.

Caminaron un poco más adelante y la mayor se detuvo.

Aquí es se inclinó y la pequeña imitó su acción sin quitarle la mirada a su abuela.

Sʜᴀᴅᴏᴡ (El comienzo)→JᴇɴʟɪsᴀDonde viven las historias. Descúbrelo ahora