XXI

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Los parpados de sus ojos pestañaban con ganas de dar una visión más clara. Un aroma a lavanda inundaba sus fosas nasales. Una suavidad acogedora la envolvía en un estado de laxitud.

Se revolvió entre aquellas sábanas blancas, su cuerpo se estiraba y su estado de ensoñación mermaba. Logró ver con claridad el alba que cubría aquel cielo, sonrió para sus adentros. Estaba boca abajo mirando con devoción, un amanecer desde las alturas.

«¿Desde las alturas?» Se preguntó.

Volvió su cuerpo hasta posicionarse sentada. Llevo las manos a su rostro, se restregó sus ojos. Aquello no parecía real. Recordó todo lo sucedido, sus ojos se ampliaron. Descubrió parte de su cuerpo, advirtiendo su desnudez, cubrió de nuevo su cuerpo. Miró a todos lados, no había nadie más. Soltó un suspiro y se dejó caer de espaldas.

¿Habría sido un sueño? ¿Acaso aquel estado de laxitud, era causado por la suavidad de aquella cama? Siendo así no sería un sueño entonces. Y si fue un sueño... ¿por qué ocurrieron varias escenas? En sus sueños solo había una escena precisa, no varias y distintas.

El sonido de un teléfono la sacó por completo de sus dudas. Aquello que recordaba, había sido real. Llevó una mano a su boca para reprimir un grito. El sonido que fue causado por el deslizamiento de una puerta corrediza, llamó su atención. Fijó su atención en una esquina, allí estaba la pelinegra.

Lisa, entró en la habitación. Había estado afuera en el balcón, no eran horas para fumar y ella ya lo había hecho. Se dirigió a la mesita de noche, al lado de aquella cama, tomó el teléfono y soltó una maldición. Echó un vistazo a Jennie, quien se disponía a ponerse de pie. Caminó hasta el fondo de la habitación y atendió la llamada.

Jennie, no podía creer todo lo ocurrido. Se dejó llevar por aquellos deseos que había estado acumulando tras cada sueño con la pelinegra. Pero todo fue real. Aquella mujer la había hecho experimentar más de un orgasmo. Fue como vivir todos sus sueños en una noche, en una larga noche.

Se puso de pie, envolviendo una sábana alrededor de sí misma. Busco con su mirada su ropa, la localizó al pie de la cama, la tomó entre su cuerpo. Se sentía como una cualquiera, como una adolescente atrapada por los padres de su amante.

─Sí, Rosé. No sufro de amnesia, no viene incluida dentro del paquete ─hizo una pausa mirando a Jennie, quien lucía nerviosa─. Bien estaré ahí -siguió hablando al teléfono con su atención puesta en la castaña.

Bloqueó el auricular del teléfono contra su pecho, y se acercó a la castaña.

─Puedes utilizar el baño ─señaló a su lado derecho. Jennie pasó por su lado y entró donde le indicaba.

─Rosé... ─llevó una mano masajeando su cabeza─. No soy una niña pequeña que debes llevarla de la mano a la escuela. Nos vemos allá -con eso colgó.

Ubicó un pequeño sofá que daba a la ventana. Se dejó caer pesadamente. Sacó un caramelo mentolado y lo llevó a su boca. Pasaron unos minutos, cuando Jennie salió de aquel baño. Ambas se miraron preguntándose ¿ahora qué?

Lisa se puso de pie. Jennie aclaró su garganta y habló.

─Voy tarde. Me tengo que ir ─admitió sin mirar a los ojos a la pelinegra. Se volvió y abrió aquella puerta.

Se encontró con un pasillo el cual disponía de varias puertas. Sin saber a dónde ir, camino derecho por aquel pasillo. Fue a dar a la estancia, ubicó su bolso en el sofá, lo tomó apresuradamente. Cuando se dio la vuelta chocó con Lisa, quien la tomo por los brazos rapidamente.

─Te acompaño. Puedes utilizar el ascensor privado ─Jennie asintió mirando aquellos oscuros ojos.

Lisa condujo a Jennie, hasta detenerse en frente del ascensor. Antes de presionar el botón para abrir las puertas, fijó su mirada en Jennie. Ésta trató de desviar su mirada, pero unos dedos tomaron su mentón. Lo que sintió después, fue unos labios, un beso que en principio comenzó tímido, pero que luego se intensificó.

Sʜᴀᴅᴏᴡ (El comienzo)→JᴇɴʟɪsᴀDonde viven las historias. Descúbrelo ahora