XIX

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El cielo ya se teñía de un azul más claro. Poco a poco los rayos de este, iluminaban cada recóndito lugar de aquella agitada ciudad. El día para muchos, representaban el inicio de una rutina circular.

En aquella amplia cama, aquel cuerpo que yacía relajado, comenzaba a moverse. Los parpados se elevaron dificultosamente, una vez esclarecida aquella visión, Lisa, se sentó avivadamente, mirando a todos lados.

─¿Rosé? ─pensaba que aquella chica se había marchado. O que, en realidad, nunca estuvo, que era parte de su imaginación lo ocurrido─. ¡¿Rosé?! ─llamó esta vez elevando su tono de voz.

Se puso de pie y caminó por el amplio pasillo en dirección a la cocina. Se tranquilizó al mirar a la rubia cocinando. Se terminó de acercar, logrando que aquella se percatara de su presencia. Rosé, figuro una sonrisa sincera en su dulce rostro al mirarla.

─No te quise despertar. Estabas muy relajada.

─¿Qué hora es?

─Casi la una de la tarde.

Lisa, salió de la cocina en dirección a la sala de estar. Se percató de que aquel desastre, ya no estaba, que todo estaba en su lugar. Temió por un instante. Pensó que aquello debió haberlo hecho Young mi.

Young mi, era ama de llaves de la mansión Manoban. Aquella mujer siempre estuvo al cuidado de Lisa. o más bien, a las órdenes de Hyun Manoban, quien le había ordenado vigilar cada acción de la pelinegra. Una vez se mudó al Pent-House, le pidió que visitara aquel lugar unas cuantas veces a la semana. Y no sólo con el objeto de limpiar, sino de informar sobre el estado de Lisa.

Si aquella mujer le informaba a Hyun, sobre los vicios y ataques de Lisa, esta se vería en problemas. Pues aquel hombre le había advertido que la llevaría a un sanatorio mental, y la internaría allí de seguir en su mala vida, como él decía.

─Le pedí a Jisoo que enviara las cosas para reponerlas ─confesó Rosé, que ahora estaba a un lado de la pelinegra. Aquella confesión le alivió, pues no quería lidiar con los reproches de su padre adoptivo.

─No... no debieron. Yo debí hacerme cargo del desastre que causé ─hizo una pausa mirando a un lado─. Del desastre que es mi vida.

─Lis, ya hablamos de esto─

─¿Hasta cuándo estarán haciendo esto por mí? En algún momento se cansarán, es obvio. Nadie podría lidiar por tanto tiempo con una─

─Basta ─interfirió─. Ya deja de reprocharte Lisa. Ven, vamos a comer.

─No tengo apetito.

─Se que no has tenido una dieta balanceada ─tomo la mano de la pelinegra ignorando aquel comentario y la guió hasta el comedor─. Espera aquí, ya traigo el desayuno.

Lisa se sentó resignada. Observaba como su amiga aparecía y colocaba distintos platillos de comida. De último apareció con una pequeña tetera, con lo que supuso era té. A Lisa, le encantaba el té, este lograba relajarla un poco. Pero siempre se dejaba llevar por sus vicios y terminaba tomando alcohol, en lugar de té.

─Ten ─ofreció la rubia una taza de té a la pelinegra quien no dudo en tomarla.

Pasaron varios minutos en silencio. Rosé se mantuvo observando de reojo a su amiga, quien no llevaba muchos bocados de comida a su boca. Le preocupaba que aquella no estuviera alimentándose bien. Miró los platillos de comida, se fijó en los wafles, recordó lo tanto que le encanta el dulce a su amiga. Sin pensarlo, tomo uno y lo baño en sirop de manzana. Disimuladamente lo colocó a un lado de Lisa. Sonrió al notar como esta los tomaba.

Sʜᴀᴅᴏᴡ (El comienzo)→JᴇɴʟɪsᴀDonde viven las historias. Descúbrelo ahora