Capítulo 18

969 64 6
                                    

Levi:

Hace horas que Erwin y los demás abandonaron Trost, y ahora llegan de vuelta los carros con los heridos durante la batalla contra el Titán Colosal y el Titán Acorazado. Camino hacia allí lo más rápido que puedo, y cuando llego están trasladando a los heridos a la carpa montada para atenderlos, casi todos por quemaduras y contusiones. No la veo entre los que siguen en los carros, ni entre aquellos a los que continúan transportando, y pienso que quizá no esté herida, y ahora se encuentre cabalgando en busca de Eren. Entro en la carpa, mirando a cada uno de los heridos, y acabo encontrándola.

Me acerco hasta allí, dónde una chica se ocupa de ponerle paños mojados. La miro un instante, está consciente, pero se tapa los ojos con el brazo mientras llora.

—Yo me encargo de ella —le digo a la chica, y ella solo asiente, dejando allí el paño y el agua, y saliendo a toda prisa; probablemente tengan demasiadas cosas que hacer.

Sujeto su mano, y paso el paño empapado por las quemaduras de ese mismo brazo.

—No tienes buena pinta, pequeña.

Ella solo solloza, sin destapar sus ojos para mirarme.

—No he conseguido nada. No he servido para nada —en su voz se plasma la rabia que siente. Meto mi mano izquierda en el agua, dejándola ahí junto con el trapo, y sin soltar mi mano derecha de la suya.

—Dudo que haya sido como tú dices —le respondo—. No creo que hayas acabado así sin pelear.

Ella aparta el brazo de su cara. Abro los ojos cuando la veo, completamente roja por el llanto y las quemaduras.

—Pasé inconsciente la mayor parte del tiempo. No solo fui una inútil, también fue patética. Si hubieras sido tú el que estuviera allí en mi lugar, no hubieran podido llevarse a Eren —siento el odio con el que habla—. Yo no pude hacer nada.

Quito mi mano del agua, que ahora está fría, y acaricio toda su cara con ella. Ella cierra los ojos ante el contacto.

—Lo único que me importa es que estés viva. No importa que hayas hecho o no, has vuelto.

—Debería estar allí, persiguiendo a Reiner y Bertolt con los demás; no aquí, ocupando el lugar de alguien que quizá lo merezca más que yo —sus palabras me dan una idea.

—¿Quieres que salgamos de aquí? —ella me mira sorprendida, pero después de ver hacia todos los lados, asiente.

La cargo en brazos, y voy hacia fuera. Ella se pega a mi pecho, y a pesar de que soy consciente de que nadie debería vernos así, ahora no puedo decirle que no lo haga, porque lo necesita. Me necesita.  

Camino con ella hasta las habitaciones, y voy directamente a la mía; nadie nos presta atención por el camino, supongo que no es tan extraño que transporte a una persona herida hasta una habitación.

Al llegar la tumbo en cama con cuidado.

—Quizá deberías darte un baño frío. Puedo ir a por algo para que comas mientras —ella piensa un instante en mis palabras, y entonces se incorpora—. Ve con cuidado —le digo, acercándome a ella para sujetarla.

—Puedo sola —me dice, pero no lo demuestra, y se tambalea.

La sigo hasta el baño manteniendo una pequeña distancia que en la que me dé tiempo a agarrarla si cae. Cuando entra se apoya en el lavabo, y levanta sus ojos hasta el espejo. Se mira fijamente, con una muesca de decepción.

—No pongas esa cara —digo abriendo el agua fría, dejando que corra y se llene la  bañera. 

Vuelvo hacia ella, y la abrazo por detrás, sin dejar de mirar su cara en el espejo. Empiezo a desabrocharle las correas del traje de la parte superior, y se lo quito con cuidado. Desabrocho el primer botón de su camisa, el segundo, y con más remordimientos el tercero, entonces paro. Bajo las manos hasta sus piernas, y quito las correas de allí también, lo que me lleva más trabajo hacer delicadamente, pero lo consigo. Cuando desabrocho su cinturón, todo el equipamiento que ya estaba suelto cae al suelo, y ella se queda tan solo con la camisa ligeramente desabrochada y los pantalones. Pienso en parar, en salir de allí e ir a buscar algo de comer mientras ella se baña, quizá buscar en algún lado algo para sus quemaduras, pero mis pensamientos no llegan a emerger, y mis manos se mueven solas hasta el botón de sus pantalones, desabrochándolo; es entonces cuando levanto la vista hasta sus ojos, y me doy cuenta de que me mira fijamente.

La oportunidad de besar tus labios (Levi y tú) [ COMPLETA Y EDITANDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora