35. Mil y un razones

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Lo prometido es deuda, disfruten y compartanme sus partes favoritas. 🌹

"No todas las mujeres están hechas de flores bonitas y vicios de luna, algunas están hechas de brujería, vicio y fuego

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"No todas las mujeres están hechas de flores bonitas y vicios de luna, algunas están hechas de brujería, vicio y fuego." D.S


Bianca

Necesito refuerzos, solo los necesito.

Caigo en medio de la vegetación después de haber corrido como podía. Tengo los brazos lastimados, la mano acuchillada y el cuerpo hecho trizas por la falta de abrigo y alimento.

Necesito encontrar refugio rápido porque ni siquiera sé dónde estoy. Intuyo que es una especie de bosque en medio de las colinas, o quizá un refugio de animales, pero lo cierto es que debo actuar rápido, comer y beber agua antes de empezar a deshidratarme.

Me duele la cabeza, mis energías se van acabando. Estoy lastimada, la herida no cierra a pesar de haberle tirado encima una bebida alcohólica que tenía la gata en su refugio. Me puse también un pedazo de tela envuelta para evitar que siga saliendo sangre, pero sé que no durará mucho. Odio sentirme tan vulnerable.

Me siento cerca de un arbusto cubriéndome en medio de la maleza. Necesito descansar, a duras penas pude dormir en este tiempo porque mi cabeza estuvo activa en todo momento tratando de idear un escape. Cuando desperté de la droga que me pusieron, identifiqué la ansiedad conocida en mi lengua, por lo que me hice la dormida muchas veces conteniendo la respiración como podía.

Mi padre me había entrenado en la infancia y adolescencia. Probé distintos tipos de drogas sin excesos para solo sobrevivir en cualquier tortura con ellas. Las dosis eran mínimas, pero su sabor era el mismo, esa jodido piquetito de adicción naciente. Dejé que la gata me tocara, incluso el mismo asistente que tenía, tragándome la rabia y el orgullo para pensar en una estrategia.

«Cien pasos, tierra, sonido de hojas pisándose, búhos en la noche, calor intenso en las mañanas y frío mortal cuando oscurecía.» No autos, no gente. No nada.

Respiré, respiré, volví a respirar tragándome la rabia. Sabía que tenía que fingir incluso que mi respirar era cada vez más desastroso. Me dio golpes en la cabeza, debía estar inconsciente, pero cuando se iba curaba mis heridas. Pensaba darle un puñete en la cara hasta que noté que no tenía intenciones de lastimarme a profundidad. No cuando lo que quería hacer era que unos carniceros malditos me violaran para entregarme hasta alguno de mis enemigos casi moribunda.

«Maldita hija de puta, sé que va a buscarme. Me encargaré de ella en cuanto esté a salvo.»

El lugar es peligroso, excremento de algunos animales salvajes se pueden sentir a lo lejos, por lo que no me conviene moverme. Mi cabeza se recuesta en un árbol pensando, pensando, solo pensando. No tengo nada ahora que le haga notar a Méndez que estoy perdida, esa bastarda me quitó todo tipo de localizador con astucia.

Peligroso deseo © [2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora