4. No lo desees

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"Era tanto el odio que le tenía, que terminé amándola" Antonny D marco

Dedicado a la bella que compartió esta frase en el grupo de fb, un beso para tí Fany <3 Que disfruten la lectura.


Bianca

El calor de sus labios desatan una tormenta eléctrica en mi interior. La forma en la que aprisiona mi cuerpo contra la pared, toma mi cabeza en sus manos y gime en mi boca hace que todo en mí se descontrole. Intento detenerlo, con toda mi puta cordura lo intento, pero en este momento ya no importa nada.

Lo deseo. Deseo con amargura a este hombre.

En un intento de resistencia gimo elevando la calentura. Sigo el beso en un ritmo constante mientras su lengua explora la profundidad de mi boca de una manera exquisita. Jadea contra mi, muerde mi labio inferior y luego lo suelta.

«¡Para, Bianca! ¡Para!»

El sonido de nuestros labios chocando solo me excita, a la par del bulto que nace en su pantalón cuando me aprisiona. Levanto mis caderas sin soltarlo, dejando así que acomode las suyas abajo para soportar mi peso. Roza su bulto contra mí, mis pezones se erizan. Muerde mis labios con sus dientes y solo me muevo.

—Se nota que no te atienden bien, arpía —musita contra mis labios, aún puedo sentir su sabor—. Me pregunto si ese pito de seda te coge como debería.

Lo abofeteo y hago silencio. Siento que todo me da vueltas.

—¿Qué? ¿Se te fue la borrachera? —asiente riendo.

—No se te ha quitado lo ordinario.

—Te encantaba coger a este ordinario.

—Hacías bien tu labor, eras tan bueno sacando orgasmos como lo idiota que te veías confesándome tu amor.

Hace silencio.

—¿Qué? ¿Te dejé callado, cielo? —mantengo mi actitud erguida—. ¿A qué viniste?

—A darte una advertencia.

—¿Ahora adviertes? ¿Ahora ya no actúas como un cavernícola? —cruzo los brazos sintiendo espasmos por dentro quizá por el alcohol.

—Una mujer me enseñó a no hacerlo —clava sus ojos en mí—, alguien que sí vale la pena.

Mi sonrisa se borra al instante apenas sus labios mencionan a esa mujer, entonces siento que todo me da vueltas: tengo náuseas estúpidas por el alcohol, me duele terriblemente la cabeza, estoy confundida, ida, con un ardor en el pecho.

—Un intento más y le disparé en las bolas —amenaza—, luego vendré por tí y no tendré piedad de nada. Iré a Milán, destruiré no solo tu imperio asqueroso, sino todo lo que más te importa ¿lo entiendes?

Entre abro los labios y se larga.

Me cuesta largos minutos volver a recuperar la cordura, porque siento que mi jodido cuerpo todavía arde con su toque. Lo miro irse a lo lejos sin saber si esto fue real o solo un lapso de borrachera, maldiciéndome a mí misma por haberlo permitido. Me enfurezco pateando la madera, rechinando los dientes mientras pego mi cabeza en la pared.

—¡Señorita Simone! —Torres se acerca ensangrentado.

No respondo.

—Señorita, ¿está bien? Lo siento tanto, alguien me golpeó.

—Llévame al auto.

—Pero...

—¡Sácame de este lugar!

Peligroso deseo © [2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora