21. Tic toc

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Babies, recuerden que quizá NO vaya a notificarles watt el capítulo, por lo que pido que entren a revisar siempre y me sigan en mis redes sociales para que estén atentas.

Ya notifiqué el tema, esperemos que lo solucionen pronto.


"Me llenas tanto que ya no queda espacio para nadie más" D.S


Bianca

Mi corazón latió, el pecho ardió y él no dijo nada.

Entre abro los ojos aturdida sin saber cuánto tiempo ha pasado. La noche es iluminada por el fuego en la chimenea, pareciera que acuna mi cuerpo dándole calorcito. El vago color desprendido en la hoguera me aturde, mis párpados pesan, voy recuperando la cordura cuando lo veo de espaldas contra la pared en silencio.

Rabia, enojo, descontrol total es lo que siente.

Mojo mis labios recordando lo sucedido: me miró furioso, se levantó y salió de la casa dando un portazo. El sueño me venció enseguida, tanto para él como para mí toda esta situación es difícil así que preferí dormir hasta que se me pasaran las náuseas.

Me despierto en medio del vacío porque mi cabeza aún lo tiene presente e intento hacerme de la vista gorda con un nudo atorado en mi garganta. El cielo aún es oscuro, el reloj marca las 3:00 am y empieza a ejercitarse. Flexiones en el suelo, planchas, abdominales rápidos hacen que no deje de verlo. Pareciera que quiere matarse internamente, ni siquiera respira. Quizá esté sacando la ansiedad con la que me miró después de lo que le dije.

—Adrián... —balbuceo despacio con una voz casi sin sonido.

Sigue siendo el mismo Rambo de siempre, aunque ahora es una total incógnita. Decido espiarlo entre cerrando mis ojos, imaginando que estoy debajo de él cuando hace esas planchas. Saboreo en mis labios su porte, talla, peso, aún más con ese torso desnudo y el pantalón medio caído que deja a la imaginación por siempre.

Mañana será un día de muchas batallas, incluso personales. Se empeña en sacar su rabia ejercitándose y lo único que hace mi mente pensante es callar por ahora, aunque sé que no será por mucho.

***


Un nuevo día se asoma por la ventana y, siendo las casi las ocho de la mañana, por fin se digna a regresar por la puerta. Desperté sin su presencia, decidí preparar algo para comer mientras aparecía, pero al parecer no está interesado. Como y me evita. Pasa por mi lado y sigue evitándome. La tensión entre nosotros es evidente y no parará hasta que nos enfrentemos.

Algo lo tiene tenso; mira su móvil secreto, el gps con las coordenadas, y luego exhala fuerte. No ha tocado el sandwich que le hice, tampoco el zumo de naranja de cajita que le serví en un vaso, no sé cómo cómo o sobrevive sin alimento.

—Come —alzo la voz pero parece inmutarse. Su concentración va a ese aparato.

Recojo las cosas y las dejo en el lavado, luego regreso para sentarme clavándole una silla frente a sus ojos. Estoy decidida, es ahora. No podré seguir si no lo hago.

—¿Hasta cuándo me vas a evitar? —lo encaro—. Tenemos una tregua.

—Estoy estresado —su rostro gélido me enferma.

—¿Estresado o intimidado? —alzo los hombros—. Te dije muchas cosas anoche.

Se incomoda, puedo ver cómo sus ojos saltan queriendo tener paciencia.

—Estabas borracha —masculla entre dientes.

—Una borracha en sus cabales entonces —me levanto sonriendo, poniendo mi mano sobre la suya—. Nada ha sido broma, Rambo.

Peligroso deseo © [2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora